Una gran equivocación
«Y ahora, hermanos, busquen su fuerza en el Señor, en su poder irresistible» (Efesios 6: 10).
Es posible que nunca se conozca completamente lo que ocurrió el 25 de junio de 1876 durante la batalla de Little Bighorn. El general George A. Custer recibió órdenes de comandar un regimiento de soldados para capturar una aldea de nativos americanos. Cuando el general se aproximó al lugar, subestimó la cantidad de nativos presentes, pensando que no habría más de mil. Por lo tanto, decidió no pedir refuerzos, creyendo que sería fácil para sus hombres rodear y capturar la aldea. Custer dividió sus soldados en tres batallones y los dispuso para el ataque.
Sorprendentemente, la aldea tenía entre dos mil quinientos y cinco mil nativos hostiles, lo que superó las expectativas del general Custer y sus hombres. En la batalla que siguió, hubo numerosas bajas en el bando de los soldados, incluyendo la muerte del propio Custer, así como muchos otros heridos. Una cosa parece cierta: el general Custer cometió un grave error al subestimar la cantidad de combatientes presentes en el pueblo. No valoró adecuadamente la fuerza del enemigo. Debió haber pedido refuerzos.
No repitamos el mismo error en nuestra lucha contra el mal. Recordemos que no estamos combatiendo a un enemigo común, sino a un adversario que cuenta con seis mil años de experiencia y la ayuda de miles de demonios.
A menudo las tentaciones de Satanás pueden parecernos inofensivas, pero si las enfrentamos solos, seremos vencidos. Los demonios son más fuertes que nosotros, por eso necesitamos el refuerzo celestial para vencer. Cristo no quiere que nos enfrentemos solos al enemigo. Es su poder, y no el nuestro, el que puede derrotar a Satanás. Esta es nuestra esperanza.
Elena G. de White afirmó: «No hay nada más invencible, aunque parezca totalmente desamparada, que el alma que acepta su incapacidad y confía totalmente en los méritos del Salvador. Dios enviaría en su ayuda a cada ángel del cielo en lugar de permitirle que sea vencida» (Testimonios para la iglesia, t. 7, p. 20).
¿Puedes recordar alguna ocasión en la que sentiste el refuerzo celestial en tu lucha contra el mal? Tienes un ejército poderoso de ángeles a tu disposición. Todo lo que tienes que hacer es pedir la ayuda divina y esta vendrá.