El inversionista frustrado
«El que ama el dinero, siempre quiere más; el que ama las riquezas, nunca cree tener bastante» (Eclesiastés 5: 10).
Hace cincuenta años, un inversionista impaciente creyó que podría hacer un lucrativo negocio de bienes raíces en el pueblo de Arles, al sur de Francia. Para ello, planeaba adquirir el apartamento de una anciana de noventa años que habitaba en él. El trato consistía en que el inversionista pagaría quinientos dólares mensuales a la anciana propietaria hasta su fallecimiento, momento en que el apartamento pasaría a manos del inversionista. Pensaba que no tendría que esperar mucho tiempo para hacerse con el apartamento, ya que la anciana tenía noventa años y él solo cuarenta y siete. De este modo, esperaba obtenerlo por una fracción de su valor real.
En Francia, es común hacer acuerdos con propietarios de bienes raíces de edad avanzada para pagarles una cantidad mensual por su propiedad hasta su muerte, lo que les proporciona un ingreso mensual para su sustento. Posteriormente, tras el fallecimiento del propietario, el comprador adquiere la propiedad, independientemente de la cantidad de dinero invertida. En el caso del apartamento en Arles, el inversionista supuso que, a sus noventa años, la anciana no viviría mucho más tiempo, y acordó pagarle quinientos dólares mensuales por la propiedad. Sin embargo, la anciana vivió otros treinta años y se convirtió en la persona más longeva del mundo al alcanzar los ciento veinte años. El inversionista, que en un principio esperaba adquirir el apartamento por una fracción de su valor, terminó pagando 184,000 dólares por él, mucho más de lo que valía en realidad. Finalmente, el inversionista falleció a los setenta y siete años.
No debemos ser codiciosos ni aprovecharnos de los demás. El inversionista pensó que haría un buen negocio a costa de la anciana, pero se equivocó y terminó pagando más de lo que valía el apartamento. Y ni siquiera pudo disfrutar de su inversión porque falleció antes que la dueña. La codicia es un pecado que nos aleja de Dios y nos puede traer problemas y ruina (ver 1 Timoteo 6: 9). Por tanto, es importante cultivar una actitud de honestidad y respeto hacia los demás en nuestras acciones y decisiones.
¿Qué puedes hacer hoy para evitar caer en la codicia y el engaño en el manejo de tus finanzas? ¿Cómo puedes honrar a Dios con tus recursos y ser una bendición para los demás?