Un misterioso lamento
«Cuando tengo miedo, confío en ti» (Salmo 56: 3).
Después de acampar en un valle solitario de África, el naturalista Iván Sanderson y su equipo esperaban el anochecer para iniciar el estudio de la fauna silvestre de la zona.
De pronto, un lamento fantasmal surcó las sombras del atardecer, elevando su volumen desde un suave silbido hasta convertirse en un aullido penetrante. El sonido adquirió un tono tenebroso y, de manera abrupta, se detuvo. Tras cincuenta segundos de absoluto silencio, el silbido volvió a resonar, transformándose en otro aullido. Conforme la noche avanzaba, gemidos adicionales emergieron desde la selva. Los sonidos persistieron durante toda la noche. Sanderson y sus compañeros se encontraban perplejos ante el misterioso origen de estos sonidos.
A la tarde del día siguiente, cuando el aullido resonó nuevamente, Sanderson y su equipo se dispusieron a buscar al monstruo responsable de esa voz. Finalmente llegaron al lugar de donde provenían los lamentos, pero solo encontraron un terreno cubierto de zacate. Con precaución, rodearon el área y removieron el zacate hasta dejar la tierra desnuda. ¡Nada! En ese momento, a alguien se le ocurrió cavar. De repente, descubrieron un lagarto. ¡Ese era el causante de aquel tétrico lamento!
No podían creerlo. A excepción de la salamanquesa chillona, se sabía que los lagartos no emitían sonidos. Sin embargo, esta especie en particular era capaz de producir un silbido profundo y misterioso, tan potente como el sonido de una bocina de niebla en un día de bruma.
A veces, las cosas que nos asustan o nos preocupan no son tan terribles como parecen. Puede que nos dejemos llevar por nuestra imaginación o por las apariencias, y creamos que estamos frente a un gran problema o un enemigo poderoso. Pero si avanzamos con fe, descubriremos que se trata de algo pequeño e inofensivo, o al menos manejable.
Algunos podrían argumentar que es fácil decirlo, pero difícil hacerlo. Que hay situaciones que son realmente peligrosas, que no debemos minimizar. Sin duda hay problemas que requieren nuestra atención, pero no debemos dejar que el miedo nos paralice o nos haga perder la esperanza, pues nada podrá separarnos del amor de Dios (ver Romanos 8: 38-39).
¿Cuáles son las situaciones te generan miedo o preocupación? ¿Qué pasaría si enfrentaras esas situaciones con fe y confianza en lugar de dejarte llevar por el miedo? Hoy es un buen día para poner tu confianza en Dios.