«La virgen quedará encinta y tendrá un hijo, al que pondrán por nombre Emanuel (que significa: ‘Dios con nosotros’)» (Mat. 1:23)
En 1865, William Chatterton Dix, un hombre de negocios que vivía en Escocia enfermó gravemente y tuvo que guardar cama durante varios meses. Al borde de la muerte, William empezó a reflexionar sobre la identidad de Jesús y la relevancia de la fe. Mientras meditaba, escribió un poema que más adelante se
convirtió en una canción de Navidad: ¿Qué niño es este? La mejor respuesta a esa pregunta la encontramos al
inicio del Evangelio de Mateo, cuando el evangelista señala que el nacimiento de Jesús fue el cumplimiento de las palabras de Isaías: «La virgen quedará encinta y tendrá un hijo, al que pondrán por nombre Emanuel (que significa: ‘Dios con nosotros’)» (Mat. 1:23).
Tradicionalmente, muchos de nosotros vemos el nacimiento de Jesús como el inicio de una gran historia, pero en realidad la encarnación se encuentra justo en el medio de la historia de la redención. En el Edén, cuando nuestros primeros padres pecaron y quedaron separados de Dios, él los buscó. Varios siglos después, el mismo Dios anunció sus planes de estar con nosotros (ver Éxo. 25:8). Y cuando Gabriel le anunció a María que de ella nacería el Hijo de Dios, la promesa se hizo realidad. Ahora Dios estaba con nosotros.
¿Pero cómo podemos lidiar con el hecho de que Jesús ascendió al cielo hace dos mil años? Curiosamente, Mateo no solo comienza diciéndonos que, en Jesús, Dios está con nosotros, sino que las últimas palabras de su Evangelio son: «Por mi parte, yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo» (Mat. 28:20). De manera que todo el libro de Mateo es un gran «sándwich» teológico que comienza y termina aseverándonos que, no importa lo que pase, Dios está con nosotros y lo estará «hasta el fin del mundo».
Hace algún tiempo leí la historia de una pareja que estaba quitando los adornos de Navidad. Cuando casi habían terminado, el esposo le preguntó a su esposa: «¿Ya quitaste el pesebre?». La señora contestó: «No. Pienso dejarlo frente a la casa todo el año. Con lo mal que está el mundo, creo que necesitamos recordar que Dios todavía está con nosotros». No sé cómo está tu mundo en estos momentos, pero quiero que sepas que Dios está contigo. ¿Quién de tu entorno necesita hoy recibir esa buena noticia?
