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«Una mosca muerta apesta y echa a perder el buen perfume. Cuenta más la tontería más ligera que la sabiduría más respetable» (Ecl. 10:1)
Guardo una pequeña pieza de tubería de PVC en una gaveta de mi casa para recordar siempre la importancia de las cosas pequeñas.
En mi ciudad, el servicio de agua se paga cada tres meses. En abril de 2019, seis meses después de haber comprado mi casa, llegó la segunda factura del agua. Imagina mi pánico cuando vi la cifra: ¡Diecisiete mil dólares! Pasé por todas las fases del duelo en pocos instantes hasta que la realidad se asentó en mi cabeza: tenía que pagar diecisiete mil dólares de contado en menos de un mes.
Llamé a la compañía de agua y me dijeron que lo más probable era que tuviera una fuga subterránea y que debía repararla, de lo contrario la próxima factura podría ser más elevada. De inmediato contraté un plomero que, para mi alivio, descubrió que el problema estaba justo al lado de la llave de paso. Una pequeña junta tenía una fisura apenas visible por la que se habían fugado diecisiete mil dólares de agua. Pagué la reparación y le pedí al plomero que me dejara el pedacito de tubería para guardarlo y recordar cómo algo tan pequeño, y aparentemente insignificante, puede causar mucho daño.
En Eclesiastés 9:18, refiriéndose a la reputación, Salomón señala que «un solo error causa grandes destrozos». Y si esto es cierto de nuestra reputación terrenal, ¿cuánto más no lo será en el plano espiritual? Los cristianos somos los representantes de Cristo en el mundo, así que nuestras acciones y actitudes constituyen un testimonio visible de nuestra fe.
Nuestra vida es la única Biblia a la que muchas personas tendrán acceso. Si permitimos que pequeños pecados o errores se arraiguen en nuestra vida, los mismos podrían afectar negativamente nuestro testimonio y nuestra influencia para el reino de Dios. Ser cristianos conlleva honrar a Dios no solo en las grandes decisiones, sino también en las pequeñas. No solo en público, sino también en privado.
Después de reparar la tubería, llené un reporte y la compañía de agua me perdonó la deuda. Aunque sentí un gran alivio también recordé que en otros aspectos de la vida no resulta tan fácil enmendar un pequeño error.