Los tres filtros
Pero yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Mateo 12:36.
En una ocasión, un discípulo se acercó a Sócrates para contarle que alguien había dicho algo negativo de él. El profesor le pidió que no siguiera hasta no saber si había pasado los tres filtros necesarios para hacer un comentario. “¿Estás seguro de que lo que vas a decirme es absolutamente cierto? El primer filtro es la verdad”, afirmó el buen profesor. El joven dudó; en realidad no lo había oído directamente, sino que otras personas se lo habían comentado. “Lo que pretendes decirme, ¿es bueno para alguien? El segundo filtro es la bondad”, continuó en tono afectuoso el maestro. El estudiante se quedó pensativo, porque lo que iba a comentar no beneficiaba a ninguna persona, quizá todo lo contrario. “Por último, ¿es realmente necesario que yo sepa eso que tanto deseas decirme? El tercer filtro es la necesidad”, expresó el profesor con el tono de los experimentados en la vida. El muchacho reconoció que, realmente, no era algo ni importante ni necesario. “Entonces, si no sabemos si es cierto, ni bueno ni necesario, podemos olvidarlo”, concluyó el maestro con la madurez de los sabios.
Una excelente historia, ¿verdad? Sabemos que a Dios no le agrada la mentira. El mismo pueblo de Dios, en sus peregrinaciones, cantaba: “¡Libra mi alma, Jehová, del labio mentiroso y de la lengua fraudulenta!” (Sal. 120:2). También sabemos que el Señor aborrece la lengua maledicente que crea disensiones. Mira lo que dice Proverbios 6:16 al 19: “Seis cosas aborrece Jehová, y aun siete le son abominables: los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos que derraman sangre inocente, el corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies que corren presurosos al mal, el testigo falso, que dice mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos”. Pero el mismo Jesús nos advierte contra hablar de más y comentar cosas sin necesidad, y afirma que de esas palabras daremos cuenta. Entiendo, por tanto, que no es un asunto insignificante ir de aquí para allá comentando insignificancias y asuntos de otros. Y es un mal muy extendido.
Piénsalo bien, ¿te gustaría que dijeran de ti cosas que no son verdad? ¿Y si los comentarios fuesen negativos? ¿Qué opinas de perder el tiempo con conversaciones superfluas? A mucha gente le gusta hacer esto, ¿y a ti? Pienso que es hora de que reflexiones sobre estas cuestiones y les des un enfoque cristiano porque, al final, tendrás que rendir cuentas a Dios de lo que hablaste o no.