Compañía en el foso
“Los supervisores y gobernadores buscaron entonces un motivo para acusarlo de mala administración del reino, pero como Daniel era un hombre honrado, no le encontraron ninguna falta; por lo tanto no pudieron presentar ningún cargo contra él” (Daniel 6:4).
Daniel 6 inicia con un decreto firmado por el rey en donde dice que él será tratado como dios durante un mes. Durante ese tiempo nadie debía adorar ni dirigirse a otro dios, sino solo a él (vers. 7). Pero termina con otro decreto firmado por el mismo rey en donde reconoce al Dios verdadero y solicita que todos lo respeten y reverencien (vers. 25-27).
En realidad, el primer decreto no fue idea del propio rey Darío, sino de 122 personas que sentían envidia contra Daniel. Siendo un ya anciano, Daniel demostró la misma fidelidad de décadas atrás cuando recién llegó a Babilonia. Ahora, en la época del Imperio Medo-Persa, una vez más vivió una vida fiel de oración. La lealtad y la honradez de Daniel eran tan grandes que aquellos que sentían envidia de él tuvieron que reconocer que no tenían “motivo para acusarlo de mala administración, […] no le encontraron ninguna falta” (vers. 4).
Entonces, empezaron a perseguirlo para ver todo lo que hacía, y descubrieron que oraba tres veces al día con las ventanas abiertas. Allí vieron una oportunidad para dañarlo, haciendo que el rey firmara el decreto que prohibía que Daniel orara a Dios.
El primer día de los treinta, los malvados vigilaron al anciano profeta y, efectivamente, Daniel permaneció con su costumbre de orar y reconocer a Dios públicamente. No escondió su fe ni mostró temor. Entonces ellos acudieron al rey para acusar a Daniel. Fue así como el rey se dio cuenta de la verdadera intención que había detrás de ese decreto.
Daniel fue arrojado al foso, pero ocurrió un milagro: Dios no solo cerró la boca de los leones, sino también envió a un ángel para que lo acompañara y hablara con él esa noche. Por la mañana, el rey llamó a Daniel y, para su sorpresa, el profeta respondió. Entonces firmó el segundo decreto, impulsado por aquel milagro.
¿Qué te parece agradecer a Dios hoy por sus cuidados? Habla con él.