
Al abrir las ventanas amarillas
«¡Alabado sea el Señor! ¡Qué bueno es cantar alabanzas a nuestro Dios! ¡Qué agradable y apropiado!». Salmo 147:1.
Leí la noticia de un papá de mellizas que todos los días les cantaba a sus niñas. Abría las ventanas amarillas y sostenía a las bebés en sus brazos. Cantaba bien fuerte y sonriendo y, cuando las enfermeras venían a cuidarlas, saludaba con un «buenos días».
Las bebés nacieron con un problema de salud; por eso, no abrían los ojos y se alimentaban de una manera distinta a los demás bebés. La mamá estaba triste por esa situación, pero se contagiaba de esperanza por las mañanas, con el padre. En las visitas diarias, él deseaba «buenos días», ¡quizá ese día las niñas despertarían! Quizá era el día en que irían a casa y, quién sabe, ellas abrirían sus ojos. Pero aunque eso no sucediera, él cantaba, día tras día. Cantaba y sonreía, para alegrar a sus hijas que podrían estar escuchándolo. Alegaba a su esposa, a las enfermeras y a todo el hospital.
Aquella era la habitación más feliz del hospital, Podemos aprender algo importante de la alegría de ese papá: debemos estar agradecidos por la vida todos los días.
Mi oración: Señor, ayúdame a ser un niño alegre, capaz de tener un corazón entusiasmado todos los días.