La mascota Rubén
«Ustedes deben actuar siempre con respeto al Señor, fidelidad y honradez». 2 Crónicas 19: 9
Hace años, un barco con soldados navegó hasta Egipto, donde uno de los hombres compró un mono como mascota. Era un simpático monito y los soldados lo apreciaban. Lo llamaron Rubén. Mientras el barco estaba en Egipto, Rubén disfrutó del cálido sol y se divirtió mucho en la cubierta del barco. Pero cuando llegaron a Inglaterra, todo cambió. El tiempo era húmedo y frío, y a Rubén no le gustaba. Nunca había vivido en un sitio así y, aunque su piel era peluda, tiritaba de frío. Intentó meterse bajo las mantas con los soldados durante la noche, pero ellos tuvieron una idea mejor. Arreglaron una caja para Rubén con una cálida alfombra de piel y una puertecita que podía cerrar desde dentro.
Sin embargo, llegó un momento en que hizo tanto frío, que ni siquiera su acogedora caja era lo suficientemente cálida, así que Rubén decidió tomar cartas en el asunto. Salió y encontró un perrito callejero, al que persuadió para que lo acompañara a su caja. Después de buscar pulgas en el pelaje del perrito, Rubén lo metió en la caja. Desde entonces, los dos se calentaban mutuamente durante la noche y jugaban juntos durante el día.
Todos los días, Rubén iba a la cocina a buscar huesos y carne para su nuevo amigo. Incluso sacaba a pasear al cachorro, y si el perro tenía las patas embarradas, Rubén se las limpiaba cuidadosamente antes de dejarlo entrar en la caja.
Rubén era un cuidador muy responsable. El perro sabía que su amigo mono estaría allí para jugar con él y cuidarlo. Dios quiere que nosotros también seamos responsables. La gente necesita saber que puede contar con nosotros. ¿Pueden contar contigo tus padres? ¿Pueden contar contigo tus hermanos? ¿Haces tu trabajo sin que te lo recuerden? ¿Estás alegre la mayor parte del tiempo?
¿Cuenta contigo tu familia? Piensa en formas de ser tan fiable como Rubén.