El rugido del león
“Si el león ruge en la selva, es porque ha hecho una presa; si el cachorro gruñe en la cueva, es porque ha capturado algo” (Amós 3:4).
“Amós” significa “el que lleva la carga”, una manera de referirse a los importantes mensajes que Dios le dio para compartir con su pueblo. Amós era pastor de ovejas y recolector de higos silvestres. Como era de condición humilde, y no había asistido a la escuela de los profetas, su obediencia al llamado divino demuestra que Dios puede utilizar a cualquier persona para transmitir un mensaje importante. Este profeta exaltó el poder, la sabiduría y la santidad de Dios alrededor del año 760 a.C. y, aunque era originario de Judea, le habló al reino del norte.
Este libro habla de los males sociales que ocurrieron a causa de la prosperidad material. En Oseas 3:3 al 6, hace siete preguntas con el objetivo de que el pueblo reflexionara acerca de las consecuencias que tendrían sus pecados. Una de esas preguntas es: “¿Rugirá el león en la selva sin haber presa?” (Amós 3:4, RVR 95).
Quienes estudian a los leones saben que su rugido es un aviso de acecho a una presa y es tan potente que puede escucharse a ocho kilómetros. Su visión nocturna es seis veces mayor que la de un ser humano; su olfato es cinco veces superior que el de una persona; pueden escuchar a su presa a 1,5 kilómetros de distancia, ya que sus orejas son móviles y pueden ajustarse a la dirección de un sonido; son capaces de comer siete kilos de carne al día; y pueden alcanzar una velocidad de ochenta kilómetros por hora. ¡Impresionante! ¿Verdad?
Pero Dios es más poderoso que cualquier animal feroz, y puede destruir a cualquiera en un instante; sin embargo, en lugar de eso, envió mensajes llenos de misericordia y amor al pueblo rebelde, a través de los profetas porque “nunca hace nada el Señor sin revelarlo a sus siervos los profetas” (vers. 7).
¿Quieres agradecer a Dios por sus mensajes de amor y misericordia?