Una ciudad de oro
«Cada uno de nosotros ha recibido los dones que Cristo le ha querido dar». Efesios 4: 7
Si alguna vez estás en un campo en un día soleado, mira a tu alrededor y quizá puedas ver una brillante ciudad de oro. No es una ciudad donde viven personas, sino una ciudad de flores llamadas «vara de oro». Cada planta de vara de oro es una ciudad en sí misma. En esta ciudad de flores, las personas-flor están todas vestidas de amarillo y viven juntas con sus familias encima de sus casitas verdes de tejas que parecen pequeñas tacitas. Todas las «casas» están en filas rectas, como calles, y cada familia de flores tiene su propia función.
Algunas familias de flores producen néctar y polen. También producen frutos que se ven como globos peludos. Otras familias de flores ondean sus banderas amarillas a todos los insectos que pasan, anunciándoles que vengan rápido porque en ese lugar hay flores que necesitan polen. ¿Sabes cómo esparcen el polen los insectos de una planta a otra, verdad? Cuando meten la cabeza en una flor para beber, a menudo sus patas se llenan de polen. Luego, cuando van a otra planta, el polen de las flores anteriores cae sobre esta.
Todas las familias de flores de la planta de vara de oro trabajan juntas para que la planta continúe creciendo bien. Jesús nos pide a cada uno de nosotros que trabajemos juntos con nuestras familias y con los demás. Cuando le das a tu hermano o hermana la prioridad, o cuando compartes con alguna amistad, estás poniendo de tu parte para que tu «ciudad» funcione bien.
¡Y algún día, pronto, Jesús volverá para llevarte a vivir a la verdadera ciudad de oro que tiene para nosotros en el cielo!