Sabiduría en acción
“Entonces Daniel habló de manera discreta y sensata con Arioc, el jefe de la guardia real, que ya se disponía a matar a los sabios” (Daniel 2:14).
Generalmente los reyes de la antigüedad actuaban según sus emociones, ya que tenían poder y autoridad ilimitados. Sus ataques de ira no se quedaban en amenazas. Esa fue la reacción de Nabucodonosor cuando los sabios de su reino no pudieron recordarle el sueño, y, en consecuencia, no lo interpretaron. Lleno de ira exclamó: “Si no me dicen ustedes qué es lo que soñé y lo que significa, serán hechos pedazos y sus casas serán convertidas en un montón de escombros” (vers. 5).
Cuando el rey convocó a los sabios no consideró a los destacados estudiantes, como era el caso de los cuatro jóvenes hebreos, pero cuando se trató de aplicar la sentencia de muerte incluyó a todos. Claramente, el rey reconoció la importancia del sueño, y por eso convocó a los sabios más experimentados y a los maestros que enseñaban en la universidad. Para ellos fue una amarga experiencia, pues se perdieron los bienes materiales que el rey había ofrecido: “Recibirán regalos de mi parte, y favores y grandes honores” (vers. 6).
Entonces llegó el momento de que los jóvenes mostraran su sabiduría. Esta se reveló cuando hablaron con Arioc y con el rey. Lo que ellos le solicitaron fue “tiempo” (vers. 16). Daniel utilizó ese tiempo para orar junto con sus amigos. Esa misma noche Dios le reveló el sueño y su significado. Una vez más, los cuatro jóvenes oraron para agradecer la revelación. Por este acto no solo los cuatro salvaron su vida, sino que la bendición se extendió para todos los sabios que habían sido sentenciados.
Hoy tú también puedes ser una bendición para las personas que te rodean. Jesús dijo que los cristianos son la sal de la tierra, que tienen que dar sabor. Daniel y sus amigos lo fueron, y tú también lo eres si te entregas a Dios. ¡Verás cómo sus bendiciones caen no solo sobre ti, sino también sobre quienes están cerca de ti!