El reino reprobado
“En aquel momento apareció una mano de hombre que, a la luz de los candiles, comenzó a escribir con el dedo sobre la pared blanca de la sala. Al ver el rey la mano que escribía, se puso pálido” (Daniel 5:5, 6).
Los reyes de la antigüedad aprovechaban cualquier ocasión para demostrar sus riquezas y su esplendor. Al rey Belsasar no le importó que el ejército enemigo rodeara la ciudad. Confió en la altura de la muralla, en su ejército y en el agua del río Éufrates como obstáculos para cualquiera que quisiera entrar.
Esta historia destaca varios vicios y actitudes que Dios no quiere que sus hijos tengan. El rey demostró que estaba acostumbrado a la idolatría cuando ordenó que trajeran los utensilios sagrados que Nabucodonosor había traído de Jerusalén. Los más de mil invitados siguieron bebiendo vino mientras adoraban a sus dioses. Así, Belsasar desobedeció la orden de Nabucodonosor de honrar solo al Dios verdadero (4:34, 35).
Mientras la fiesta continuaba, apareció una mano misteriosa en la pared para escribir un mensaje importante. El rey llamó a los sabios. Aunque ellos pudieron leer el mensaje, no supieron interpretarlo. Belsasar estaba tan desconectado de la historia de su reino y de los antecedentes sobre temas de interpretación, que ignoraba que Daniel existía y que tenía experiencia en situaciones de interpretación. Cuando Daniel se presentó, le mostró al rey que a pesar de saber qué había ocurrido con su abuelo Nabucodonosor, decidió rechazar al Dios verdadero.
Daniel se presentó, interpretó y recibió lo prometido por Belsasar. Cumplió con su trabajo.
Hoy aprendemos lo que no debemos imitar del rey Belsasar: él ignoró el pasado, pensó que tenía la capacidad de resolver sus problemas y descuidó su cuerpo con vicios como el alcohol. Si haces lo contrario, irás por buen camino.