Los marineros
“Los marineros sintieron una profunda reverencia por el Señor, y le ofrecieron un sacrificio y le hicieron promesas” (Jonás 1:16).
Mientras Jonás navegaba en el barco rumbo a Tarsis, Dios produjo una tormenta con el propósito de despertarlo, pero no funcionó. Los marineros estaban aterrados y cada uno empezó a clamar a un dios diferente. Como vieron que la tormenta no cesaba, el capitán fue a despertar a Jonás pidiéndole que clamara a su Dios. Después se echaron suertes para saber quién era el causante de la tormenta; entonces Jonás fue señalado. Cuando el profeta se levantó, los marineros le preguntaron quién era y qué lo había traído al barco. Jonás respondió: “Soy hebreo, y rindo culto al Señor, el Dios del cielo, creador del mar y de la tierra” (vers. 9).
Sin embargo, en lugar de arrepentirse y dejar de huir de Dios, Jonás les dijo a los marineros que lo arrojaran al mar. No sabía lo que pedía… Ellos lo arrojaron y la tormenta cesó. Pero el profeta nunca sospechó cómo Dios se proponía salvarlo de una muerte segura.
Pero lo más impactante fue la actitud de los marineros. Cuando el profeta reconoció quién era y admitió que estaba huyendo de Dios, los marineros sorprendidos exclamaron: “¿Por qué has hecho esto?” (vers. 10). Evidentemente, a ellos nunca se les hubiera ocurrido huir de sus dioses; a pesar de ser falsos ídolos, ellos creían con mucha fe y respeto. Los marineros no querían arrojar a Jonás al mar, entonces intentaron acercarse a tierra firme, pero la tormenta se los impidió. Cuando se dieron cuenta de que no lo lograrían, oraron al verdadero Dios pidiéndole perdón y arrojaron al profeta al mar.
¡El final de la historia es sorprendente! No solo los ninivitas aceptaron a Dios, sino también los marineros. La Biblia dice que “sintieron una profunda reverencia por el Señor, y le ofrecieron un sacrificio y le hicieron promesas” (vers. 16). ¿Te das cuenta? Dios utilizó la rebeldía de Jonás para mostrar su amor a otras personas y para que el mismo profeta se arrepintiera.
Si estás yendo en la dirección contraria en la que Dios quiere que vayas, pídele a Dios que te perdone y prepárate para recibir sus bendiciones hoy.