Con esto nunca juegues
“Entonces consultó al Señor, pero el Señor no le respondió ni por sueños, ni por el Urim, ni por los profetas. Por eso ordenó a sus oficiales: ‘Busquen alguna mujer que invoque a los muertos’ ” (1 Samuel 28:6, 7).
El fin de Saúl fue drástico y decepcionante, aunque no sorprendente, pues sus decisiones y acciones a lo largo de la vida apuntaban siempre a apartarse de Dios. Si bien es cierto que Saúl tenía talentos destacables cuando fue ungido, lo que nunca tuvo fue humildad y disposición a obedecer al Señor. En realidad, se distinguió por su orgullo y desobediencia.
La experiencia de Saúl debió ser aterradora, pues buscó a Dios, sin obtener respuesta (vers. 6). Esto fue consecuencia de cometer el pecado imperdonable, que es no arrepentirse del mal hecho. En esta ocasión Saúl buscó a Dios con desesperación, pero no con una actitud de arrepentimiento. De haber sido así, Dios lo hubiera perdonado. Saúl buscó a Dios por miedo al numeroso ejército filisteo (vers. 4, 5). Luego decidió buscar al profeta Samuel, a pesar de que el profeta ya había muerto (vers. 3). Es irónico que ahora Saúl quería la dirección del profeta al que muchas veces desobedeció.
Al intentar comunicarse con alguien que ya había muerto, Saúl desobedeció las claras indicaciones del Pentateuco. Saúl recurrió a una médium. La mujer hizo su trabajo y “aparentemente” Samuel se presentó y habló. Pero ¿quién habló? Satanás. La voz y la apariencia de Samuel fue una personificación del diablo. El apóstol Pablo escribió en cuanto al engañador y nos recuerda que quien engañó a Eva no fue la serpiente, sino Satanás: “Temo que así como la serpiente engañó con su astucia a Eva, también ustedes se dejen engañar, y que sus pensamientos se aparten de la actitud sincera y pura hacia Cristo” (2 Cor. 11:3). Además agrega que “Satanás mismo se disfraza de ángel de luz” (2 Cor. 11:14).
Solo podemos permanecer firmes en la verdad al leer y aceptar las enseñanzas bíblicas. Todo lo que se aparte de ellas es un engaño que confunde a la gente.