Dos son mejor que uno
“Dichosos los que trabajan por la paz, porque Dios los llamará hijos suyos” Mateo 5:9.
Bev vivía en una casa que tenía su propio huerto de manzanos y le gustaba mirar por la ventana y observar a los ciervos comiendo manzanas. Primero salía del bosque la cierva, luego los cervatillos y por último el macho. A menudo, el macho permanecía escondido en el bosque mientras su familia comía. A la primera señal de peligro, les avisaba con un bufido y saltaban fuera de su vista.
A medida que avanzaba el otoño, cada vez quedaban menos manzanas en los árboles. Entonces, los ciervos se volvieron creativos. ¿Te diste cuenta de que las manzanas más bonitas de un árbol parecen estar siempre fuera de tu alcance? Los ciervos también se dieron cuenta. Varias veces, Bev miró por la ventana y vio algo muy divertido. Los ciervos trabajaban juntos para alcanzar las manzanas.
Un ciervo se ponía debajo del árbol, mientras el otro se apoyaba en las patas traseras y colocaba las delanteras en el lomo de su amigo. Al equilibrarse así, podía estirar el cuello para llegar más arriba en el árbol y alcanzar esas ricas manzanas. Después de comer un rato, los ciervos cambiaban de lugar y así cada uno tenía su turno de comer.
Aquellos ciervos eran inteligentes. Sabían que cooperar era mejor que pasar hambre mientras esperaban a que esas manzanas cayeran de los árboles.
Cooperar es lo contrario de ser egoísta, y es una forma estupenda de hacer amigos. Piensa en ello la próxima vez que quieras salirte con la tuya o no tengas ganas de compartir. Te sentirás mejor contigo mismo si cooperas.
Julie