Cargando mi historia
“Vengan a mí todos ustedes que están cansados de sus trabajos y cargas, y yo los haré descansar” (Mat. 11:28).
Estoy casi segura de que quienes han hecho un viaje en avión han visto subir a bordo a alguien cargando a sus espaldas una enorme mochila. Lo que me sorprende es que, al caminar por el angosto pasillo de la aeronave, lo único que le importa es llegar rápido a su asiento, sin tomar en cuenta que su carga va golpeando a los pasajeros que se encuentran sentados. Pareciera ser que su mochila es algo ajeno a ellos mismos. Si voltean a la derecha, golpean a los que están del lado izquierdo, y si voltean a la izquierda, golpean a los sentados del lado derecho.
Este tipo de incidentes me ponen a pensar en el viaje que cada persona hace por la vida. Todos llevamos como equipaje una historia: experiencias, chascos, frustraciones, enojos, alegrías, dolor, desencanto, aciertos, ilusiones rotas, sueños cumplidos, fracasos… Quizá algunos llevemos un peso extra y, al encontrarnos con otros viajeros, nos movamos golpeándolos, sin intención. Ni siquiera nos damos la vuelta para ver la estela de dolor que vamos dejando a nuestro paso.
Llevar peso innecesario en la mochila de la vida agota nuestras fuerzas físicas, emocionales y espirituales. Las experiencias adversas acumuladas pueden tomar la forma de resentimiento, rencor y culpa, que nos hacen vulnerables y presa fácil del desánimo, llevándonos a desconfiar del cuidado y del amor de Dios.
Amiga, antes de continuar hoy tu viaje de vida, revisa tu carga y desecha lo que impide que te muevas en libertad. No continúes repartiendo culpas, no te defiendas de los que te aman, no desperdicies el poder restaurador de Dios… Hoy está a tu alcance, solo tienes que pedirlo en oración sincera. Y cuando ores, reconoce tus rencores y resentimientos. Declara a Dios los nombres de las personas que te causaron daño; sé genuina. Dios lo entiende y no te juzga; está ahí, cerca de ti, para sanar y vendar tus heridas.
Trabaja con Dios en esos recuerdos amargos que esclavizan tu memoria y enferman tu cuerpo. Trae a tu mente las misericordias del Señor y los nombres de buenas personas que han estado contigo a pesar de ti misma. Aligera tu carga, cambia el modo en que recuerdas los malos momentos del pasado y avanza hacia el futuro glorioso que Dios tiene para ti, aprovechando las oportunidades del presente. Que tengas feliz viaje.