Quédate quieta
“Estad quietos y conoced que yo soy Dios” (Sal. 46:10, RVR 95).
Querer tenerlo todo y hacerlo todo es la consigna de muchas mujeres. Desean una vida perfecta, una familia perfecta y, en el caso de las casadas, un esposo y unos hijos perfectos. Es entonces cuando la vida se convierte en una carrera de obstáculos sin tiempo que perder, poniendo a un lado el disfrute de los sencillos placeres que el día a día aún ofrece.
Es frecuente escuchar de labios de mis pacientes y de mis amigas frases como estas: “Si no hago algo, me aburro”; “Me gusta tenerlo todo bajo control”; “No tengo tiempo para descansar”; “Si no hago algo, me siento mal”. Y no son solo ellas las que lo dicen, pues yo misma en ocasiones vivo bajo estos mismos mandatos. Este día, el pedido de Dios es: “Estad quietos”.
Amiga: Quédate quieta.
El pedido del Señor viene seguido por una segunda parte: “Conoced que yo soy Dios”; es decir, detenerme a la contemplación de la obra de Dios en mi vida aun en medio de la adversidad y el dolor. Hay que reflexionar para comprender, en su real dimensión, que Dios es soberano y Señor de este universo, del que tú y yo formamos parte y que, si tiene cuidado de las aves, ¡¿cómo no va a cuidar también de ti y de mí?! Necesitamos meditar en la manifestación del amor incondicional de Cristo Jesús, que murió ignominiosamente en el Calvario, a pesar de que no lo merecíamos, para que tú y yo podamos tener vida eterna.
Amiga: quédate quieta, y conoce que Dios es Dios.
Comienza este día, de la manera más simple (aunque sé que no es fácil): quédate quieta y descansa en el regazo de Jesús; pon tus afanes femeninos bajo su escrutinio; escucha su voz, que está hablando a tu mente y a tu corazón. Recuerda que el Señor lo sabe todo sobre ti y que tiene mil soluciones a tus problemas cuando tú no tienes ninguna. Él ya sabe lo que vendrá a tu camino, y está dispuesto a acompañarte en tu travesía por este mundo materialista, hasta que llegues a la patria celestial.