
Educar herederos de la corona, primera parte
“Y si son de Cristo, entonces son descendientes de Abraham y herederos de las promesas que Dios le hizo” (Gálatas 3:29).
El papel que las reinas desempeñaban entre los siglos VI-XIII no es del todo claro para los investigadores. Si hablamos de las reinas visigodas, ellas tenían ciertas responsabilidades en la familia real como la distribución de comida, ropa, caridad, la educación de los jóvenes o la recepción de los obispos y visitantes.10 Si comparamos este desempeño con lo que Jesús nos pide que hagamos en la actualidad, notaremos que el paralelismo es significativo. Es importante resaltar que los investigadores concuerdan en que la función prioritaria de la reina era ser madre de los hijos del rey. En sus manos estaba el futuro de una nación y sobre sus hombros recaía toda la responsabilidad de educarlos, a fin hacerlos aptos para gobernar.
Las madres, como reinas de su hogar, siguen teniendo en sus manos esa bendecida responsabilidad de educar a sus hijos para un reino que no es terrenal, sino celestial y no es pasajero, sino eterno. Por lo tanto, las cualidades que una madre debe poseer deben ser de carácter noble y genuino, pacífico y bondadoso, de manera que sus hijos aprendan, por el ejemplo de ella, los rasgos más sublimes que debe tener un heredero de la patria celestial. Una reconocida escritora cristiana afirma: “Por el bien de sus hijos… las madres deberían cultivar su intelecto, porque su obra implica una mayor responsabilidad que la del rey en su trono”. También dice: “Dios quiere que las madres procuren constantemente mejorar tanto su mente como su corazón. Deberían sentir que tienen que realizar una obra para él en la educación y formación de sus hijos”.11
Cierto día, mi amiga me preguntó acerca de lo que estaba haciendo. Después de contarle las múltiples actividades que había realizado, me dijo: “Eres muy productiva, te envidio”. En esos días mi amiga tenía a su bebé de seis meses, por lo que respondí: “Tú tienes el trabajo más demandante y de beneficios eternos en tus manos. La vida eterna de tu bebé depende de lo que le enseñes ahora”.
Si trabajas fuera de casa, tendrás que hacer un mayor esfuerzo para educar a tus herederos. Si no trabajas fuera de casa, no te sientas mal, sino que emplea el tiempo para dar lo mejor de ti a esos hijos que un día Dios pedirá de vuelta.