Caminante, no hay camino
“Yo te llevaré por el camino de la sabiduría: te haré andar por el buen camino, en el que no habrá estorbos a tu paso, en el que no tropezarás aun cuando corras” (Prov. 4:11, 12).
Del puño y de la mente creativa del poeta español Antonio Machado, surgió el poema que inicia con los versos: “Caminante, son tus huellas el camino y nada más; caminante, no hay camino, se hace camino al andar”. Este poema nos presenta una realidad de la vida y es que todo ser humano viene al mundo con el desafío de hacer, cada día, el camino que será, al fin, su existencia.
Viene a mi mente la imagen de los pies pequeñitos de los niños que, con paso tembloroso, avanzan buscando una mano que los conduzca. Así, con la ayuda de esa mano amiga, conductora, guiadora, aprenderán a hacer sus propios caminos para llegar a su destino; y no solo eso, sino que tendrán que aprender a sortear y esquivar los caminos tortuosos que muchos adultos trazan para ellos.
Las madres en el hogar y las maestras en la escuela debemos responsabilizarnos de la conducción de los niños, ayudándolos a trazar caminos rectos. Sembremos en sus mentes valores cristianos y éticos. Seamos mentoras y no depredadoras de las mentes infantiles; no generemos en ellos rebeldía, enojo, resentimiento ni desprecio por las normas y la disciplina. Seamos coherentes, de forma que podamos crear una atmósfera saludable. Démosles herramientas y enseñémosles a usarlas, para que creen con valentía, respeto y tolerancia caminos que los conduzcan al éxito en todos los aspectos de la personalidad. Será un gran legado el que les dejemos si les enseñamos a decir, al igual que el salmista: “Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino” (Sal. 119:105, RVR 95).
Cuidemos a nuestros pequeños caminantes que, hoy por hoy, están haciendo su camino al andar. Esas pequeñas criaturas son nuestra responsabilidad más solemne.