
Justicia
» El Señor te ha dado a conocer lo que es bueno, y lo que él espera de ti, y que no es otra cosa que hacer justicia» (Miqueas 6:8, RVC).
Si nos preocupáramos más por llenar las expectativas que tiene Dios sobre nosotros, no perderíamos tiempo en tratar de agradar a la gente. Por agradar a la gente, terminamos haciendo lo que no es bueno. El verso de hoy afirma que Dios nos ha dado a conocer lo que es bueno y lo que espera de nosotros. Comenzaremos por estudiar la primera de las tres expectativas de Dios: hacer justicia. Para el tiempo en que Miqueas da este mensaje, el pueblo de Dios estaba más interesado en las formas y prácticas religiosas que en la verdadera piedad que revela el carácter de Dios.
«Dios no deseaba los bienes de ellos sino su espíritu; no sólo su culto sino su voluntad; no sólo su servicio sino su alma». Desde que el pueblo de Israel salió de Egipto, Dios les proporcionó leyes que tenían que ver
con su relación con él y su sana relación con el prójimo. Era menester que no desarrollara la injusticia a la que estuvieron sometidos en su esclavitud. La palabra mishpat del hebreo, se usa en el texto de hoy para la palabra justicia y, generalmente, se usa para dar instrucciones más precisas acerca de cómo guardar los Diez Mandamientos. Éxodo 21 y 22 presenta una serie de indicaciones que tienen que ver exclusivamente con la justicia hacia el prójimo, entre las que encontramos leyes sobre los esclavos, leyes sobre actos de violencia, leyes sobre responsabilidades de amos y dueños, y leyes sobre la restitución. Si el pueblo seguía estas leyes, estaría viviendo de acuerdo a la justicia de Dios.
Tristemente, la mishpat de Dios ha sido remplazada por la injusticia del hombre. Cuando escribía estas líneas, casi el mundo entero se había puesto en cuarentena por el temido virus covid-19, también conocido como coronavirus. Un ejemplo de injusticia lo vemos en las personas que vaciaron las tiendas. A muchos se les ve salir con los carros llenos, sin importarles que alguien, con menos posibilidades físicas o económicas, hubiera quedado sin el alimento básico. El pánico generalizado dejó al descubierto la injusticia que habita en el corazón humano. ¿Qué espera Dios de ti? Que hagas justicia, pero no como la imparten los hombres, sino como la haría Dios.

