La autoridad de una madre
“No hay autoridad como la que se ejerce por la virtud”. Plinio el joven
A veces, como madres, confundimos autoridad con autoritarismo, cuando son conceptos distintos. La palabra “autoridad” deriva del latín auctor, que significa “lo que ayuda a crecer, promueve, aumenta o hace progresar”. Solamente con echar un vistazo al origen de la palabra ya podemos darnos cuenta de cómo se ha desvirtuado hasta hoy, en que ejercer autoridad sobre un hijo significa mandar en él porque creemos que tenemos derecho a hacerlo. Pero la verdadera autoridad tiene que ver con ayudar a crecer, hace progresar y promover el desarrollo de la personalidad. Esta autoridad, los hijos la respetan; contra el autoritarismo, se rebelan.
La autoridad es un privilegio, porque supone actuar sobre otro ser humano; pero eso sí, para ayudarlo en su camino, el que Dios ha trazado para él, y no uno que como madre queramos imponerle. Al leer Proverbios 22:6, “instruye al niño en su camino, y ni aun de viejo se apartará de él” (RVR95), muchas madres “han pensado que este versículo les permite obligar al niño a seguir la profesión o el oficio que ellas han escogido para él, proceder que ha traído tristezas y chascos, porque el niño, una vez ha crecido, muchas veces escoge un camino totalmente distinto. Sería mejor entender que este versículo aconseja a los padres que estudien la manera en que su hijo puede ser de mayor utilidad para sí mismo y para otros”.181
No saquemos de la ecuación la palabra “su”. Su camino es el lugar que Dios asigna a tus hijos, y para el cual Dios mismo les da dones y talentos. El esfuerzo educativo tuyo como madre debería centrarse en pedir a Dios que te ayude a comprender cuál es el camino por el que deben andar. Esta es una sensibilidad especial, que nos aleja del autoritarismo y de futuras decepciones.
Ninguna madre tiene derecho a decirles a sus hijos qué deben estudiar o a qué profesión se deben dedicar; lo que sí está en la mano de una madre es hablarles día y noche de esos valores bíblicos esenciales que marcarán la diferencia y, de los cuales, también derivarán su propia felicidad. Ellos, con eso en mente y a medida que Dios les muestra sus talentos e inclinaciones de carácter, irán encaminándose por donde aporten mayor bendición a la humanidad. Y por supuesto, en gran medida gracias a las oraciones de mamá.
“Instruye al niño en su camino, y ni aun de viejo se apartará de él” (Prov. 22:6, RVR95).
181 Comentario bíblico adventista, t. 3, p. 1036.