El Primero y el Último
Al verlo, caí a sus pies como muerto; pero él, poniendo su mano derecha sobre mí, me dijo: “No tengas miedo. Yo soy el Primero y el Último. Apocalipsis 1:17, NVI.
Juan vivía condenado al exilio hasta la muerte en la Isla de Patmos, cuando Jesús apareció en toda su gloria para asegurarle de que, a pesar de la intensa prueba, tenía acceso al cielo. Apareció no como el hombre cansado y sufriente con quien Juan convivió durante tres años, sino en la plenitud de la divinidad, como Dios soberano. Le reveló su majestad, su eternidad y omnipresencia como el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último, el que vive y estuvo muerto, que tiene las llaves de la muerte y del infierno (Apoc. 1:8, 11, 17, 18).
Cuando tus enemigos parezcan prevalecer, repasa las cualidades de Jesús descritas en Apocalipsis. Este Ser divino y omnipotente cuida de ti, y te dice: “No tengas miedo”. Puedes enfrentar el pasado sin vergüenza y el futuro sin miedo. Quien es capaz de controlar los mundos, puede controlar tu vida y la de los tuyos.
Juan tembló ante la presencia de Jesús porque, aunque estuvo con Jesús durante tres años, era la primera vez que lo veía en su gloria celestial. Comprendió que Jesús había velado su divinidad y autoridad mientras caminó como hombre en este mundo. El temor lo sobrecogió, y un sentimiento de debilidad e indignidad lo embargó, similar a lo que les sucede a todos los que presencian la divinidad. Pero entonces fue sobrenaturalmente fortalecido: “No tengas miedo”. Solemos darle poder a lo que le tememos. Si temes a Dios, tu corazón tiembla ante un breve vistazo de su majestad.
Aprende a diferenciar entre el miedo que te aleja de Dios y el temor que te lleva a la adoración, obediencia y reverencia a Dios: este es el temor que Dios demanda. Nunca estamos tan vivos como cuando caemos como muertos a los pies de Jesús. Es mejor rendirnos a los pies de Jesús como muertos por nuestras tribulaciones que estar vivos en cualquier otro lugar. “La persecución sufrida por Juan se convirtió en un medio de gracia. Patmos resplandeció con la gloria del Salvador resucitado. […] ¡Qué sábado fue aquel para el solitario desterrado, siempre precioso a la vista de Cristo, pero ahora honrado más que nunca! Nunca había aprendido tanto de Jesús, nunca había oído verdades tan sublimes” (7CBA, p. 967).
Asegúrate de que Jesús es lo primero y lo ultimo para ti en este día.