Si bates la leche, obtendrás mantequilla
“Si tontamente te has dado importancia y has hecho planes malvados, ponte a pensar que si bates la leche, obtendrás mantequilla” (Prov. 30:32, 33).
Recuerdo haber visto a mi madre batiendo la leche manualmente para hacer mantequilla. Me sentaba junto a ella, sin perder ningún detalle, para ver el instante exacto en que aquel líquido de color blanco se convertiría en un producto cremoso. Me parecía algo insólito e increíble, ¿cómo sucedía? No lo sabía; lo único que me quedaba claro era que no se podía esperar otro resultado. La lección que pretende enseñarnos el proverbista es enfática y clara: frente a toda acción, habrá siempre una reacción. La leche batida una y otra vez va a dar como resultado final mantequilla. Esto es así; siempre es así.
Ya sabemos que la repetición de un acto genera un hábito, y que el conjunto de estos hábitos da estructura a nuestro carácter y a nuestra personalidad; de ahí viene la importancia de algunas cosas que hacemos en forma rutinaria, creyendo erróneamente que son inofensivas y sin consecuencias. Si los actos dañinos, que pueden parecernos simples, son repetidos en el tiempo, nos pueden encadenar y hacernos esclavas. A veces, por mera curiosidad, exploramos en asuntos torcidos y funestos que acabarán totalmente con nuestra salud.
Por ejemplo, incursionar tontamente en la pornografía, en las distorsiones sexuales y en tantos otros asuntos relacionados, asumiendo que tenemos criterio y que saldremos airosas, suele ser una estrategia poderosa de Satanás para entramparnos y hacernos caer en adicciones y vicios que, en ocasiones, pueden ser tortuosos e imposibles de vencer.
No desperdicies tu fuerza ni tu inteligencia en lo que no tiene valor. Que tu oración sea: “Señor, en tu nombre soy vencedora. Con tu ayuda dejaré de tomar riesgos que tal vez con el tiempo me pudieran llevar a la pérdida de mi integridad, de mi dignidad y de mi santidad. Por favor, ayúdame a darme cuenta de qué cosas debo abandonar”. Amén.