
«Entonces les abrió el entendimiento para que pudieran comprender las Escrituras,» (Lucas 24:45).
Solo Dios puede abrir nuestro entendimiento para que podamos comprender las Escrituras en la dimensión que fueron escrias y con el propósito para el cual fueron escritas. Antes de conocer a Jesús, los discípulos habían vivido una vida de normas, reglas y tradiciones. Su estilo de vida distaba mucho de ser el ideal del cristiano y, sin embargo, pensaban que estaban haciendo bien. Lo mismo sucedía con los sacerdotes y líderes del pueblo, quienes enseñaban las Escrituras de manera distorsionada.
Dios no estaba de acuerdo con la nueva interpretación que su pueblo estaba recibiendo como enseñanza. Eran prácticamente «ciegos guiando ciegos» y todos estaban en el pozo (Mateo 15:14). Solo había una forma de hacer una reforma en la comprensión de las Escrituras y Jesús eligió doce hombres para llevar a cabo el plan. No obstante, las costumbres arraigadas de los discípulos constantemente estorbaban el trabajo que Jesús quería obrar en ellos. El mal carácter y el orgullo de Santiago y Juan los llevó a sugerir que desendiera fuego del cielo para consumir a los samaritanos (Lucas 9:54); pero eran ellos mismos quienes querían estar, uno a la derecha y otro a la izquierda, en el malinterpretado reino de Jesús (Mateo 20:21). La autosuficiencia y prepotencia de Pedro, la incredulidad de Tomás y la falta de fe de todo el grupo no permitieron que Jesús abriera su entendimiento.
Con cuánta frecuencia nuestras ideas preconcebidas y nuestra errónea interpretación de las Escrituras impiden practicar un cristianismo genuino. Abrimos la Biblia, pero no permitimos que el Espíritu Santo nos guíe porque nuestra mente está llena de banalidades. Aquella mañana, cuando Jesús se apareció a sus discípulos después de resucitar, les dijo: «Cuando estaba con ustedes antes, les dije que tenía que cumplirse todo lo escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos» (Lucas 24:44).
Es decir, él les dijo en tres ocasiones que iba a morir, pero sus aspiraciones terrenales no les dejaron ver las consecuencias eternas que estaba teniendo su preparación.
Querida amiga, la buena noticia es que Jesús quiere abrir tu entendimiento. La próxima vez que abras las
Sagradas Escrituras, hazlo con oración y, con espíritu humilde, dile a Jesús: «¡Abre mi entendimiento!».

