
«La tomó de la mano y le dijo: ‘Talita cum’, que significa:
‘¡Niña, levántate!’ » (Marcos 5:41).
¿Qué viene a tu mente cuando escuchas la expresión: «levántate»? Si tienes hijos en edad escolar, es probable que hayas dicho esta palabra en repetidas ocasiones por las mañanas, cuando no quieren bajar de la cama. Quizás hasta hayas perdido la paciencia, algunas veces, cuando no te obedecen. ¿Me equivoco? Hagamos un recorrido por la Biblia estudiando la orden «¡levántate!».
Cuando Dios dio a Abram la promesa de lo incontable que sería su descendencia, le dijo: «Recorre toda la tierra en cada dirección, pues yo te la entrego». El padre de la fe obedeció (Génesis 13:17). En Egipto, Dios ordena a Moisés: «Levántate temprano, regresa a ver al faraón y dile: ‘Esto dice el Señor’ «. Moisés obedeció (Éxodo 9:13). Al inicio de su carrera, Josué recibe la orden: «Levántate, cruza este Jordán, tú y todo este pueblo». Y el líder obedeció (Josué 1:2, LBLA). Después de elegir a trescientos hombres para pelear por su pueblo, una noche Dios ordena a Josué: «Levántate y baja a atacar a los madianitas, pues los voy a entregar en tus manos». Y el guerrero obedeció (Jueces 7:9, DHH).
Cansado de caminar todo un día, Elías se quedó dormido. El ángel del Señor lo despertó y le dijo que comiera. Elías comió y se volvió a dormir. «El ángel del Señor vino por segunda vez, y tocándolo le dijo:
‘Levántate y come, porque si no el viaje sería demasiado largo para ti’ «. El patriarca obedeció (1 Reyes 19:7, DHH). Al hijo muerto de una viuda en Naín, Jesús dijo: «Joven, te digo, levántate». Y el muchacho volvió a la vida (Lucas 7:14). Al paralítico de Betesda dijo: «Levántate, alza tu camilla y anda». Y el enfermo obedeció (Juan 5:8, DHH). En el devastado hogar de la niña del texto de hoy, Jesús dice: «Talita, cumi». Y la niña resucitó.
La buena noticia es que hoy el Señor te llama por tu nombre y te dice: «¡Cumi!» ¡Levántate después de ese fracaso amoroso o laboral! ¡»Cumi» de esa tristeza que te embarga! ¡»Cumi» de la pereza espiritual! ¡»Cumi» de tus miedos y fortalécete como Elías! ¡Levántate y abre el Jordán como Josué, gana la batalla como Gedeón, vuelve a la vida como el hijo de la viuda y la hija de Jairo! ¡Levántate y anda como el paralítico! ¡Levántate y resplandece, que la gloria del Señor brilla sobre ti! (Isaías 60:1).

