Matutina para Mujeres, Jueves 01 de Julio de 2021

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Manos limpias y corazón puro

“Y todo el que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, de la misma manera que Jesucristo es puro” (1 Juan 3:3).

La impureza nos rodea por doquier; parece ser el estado común del mundo en el que vivimos. La naturaleza misma es la receptora de to­da la contaminación que ocasionamos nosotros, los seres humanos. Nuestro planeta enfrenta un caos ecológico que solo la mano de Dios podrá detener: los mares, los ríos… todo perece bajo el peso de siglos de transgre­sión de las leyes de Dios. 

Solo en la zona metropolitana de la Ciudad de México se concentran más de veinte millones de personas; circulan millones de automóviles todos los días; y hay miles de fábricas, hoteles y hospitales que, entre todos, generan alre­dedor de 19 mil toneladas diarias de desechos; todos ellos están ha­ciéndonos pagar un peaje en cuestión de salud. 

La impureza y la contaminación no solo afectan al medio ambiente; tam­bién al ámbito de las ideas, de los valores éticos y de la moralidad. La pureza en términos de santidad, castidad, bondad, honradez y fidelidad se está ex­tinguiendo ante nuestras miradas, para dar paso a la búsqueda del éxito, el poder, el dinero, la influencia o el placer, que tan a menudo llegan de la mano de pensamientos y actos impuros. Y, lo que es todavía más grave, las institu­ciones encargadas de la transmisión de valores (como el hogar, la iglesia o la escuela) están perdiendo fuerza e incluso están en peligro de desaparecer tal como las conocemos. 

Bajo estas condiciones, Dios llama a las mujeres cristianas, como tú y co­mo yo, a permanecer puras frente a la avalancha de mal. Es tiempo de asumir con fe y fortaleza la responsabilidad de mostrar a otras mujeres que los precep­tos de Dios están vigentes y que vivir respetándolos es el camino más elevado. ¿Cómo podemos mostrarlo? Cultivando las actitudes correctas frente a lo im­puro, cuidando las partes vulnerables de nuestra personalidad, porque vivimos en tiempo prestado por Dios para que otros puedan encontrar salvación. 

“¿Quién subirá al monte del Señor? ¿Y quién podrá estar en su lugar santo? El de manos limpias y corazón puro; el que no ha alzado su alma a la falsedad, ni jurado con engaño” (Sal. 24:3, 4, LBLA). Por eso, nuestra oración para hoy debe ser: “Oh Dios, ¡pon en mí un corazón limpio!, ¡dame un es­píritu nuevo y fiel!” (Sal. 51:10). “Purifícame con hisopo, y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve” (Sal. 51:7).

Esta entrada tiene un comentario

  1. Karen Vargas

    Me gustan mucho las reflexiones, que Dios siga bendiciendo su vidas !!

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