Miedo versus convicciones
Cuando Pilato oyó decir esto, tuvo más miedo. Juan 19:8.
Los líderes judíos rechazaron la oferta de Pilato de soltar a Jesús después de azotarlo. Lo querían muerto. Pilato debía persuadirlos a abandonar esa decisión, o entregarles a Jesús para enfrentar la muerte. Estaba atrapado entre la justicia y sus intereses políticos. Conociendo esa debilidad, los líderes judíos declararon que Jesús debía morir porque iba contra las leyes religiosas. Tristemente, Pilato optó por salvar su propio prestigio a expensas de Jesús. Tenía poder, pero no tenía convicciones. El poder, sin convicción para hacer lo correcto, es cobardía. Su falta de coraje llevó a Pilato a declarar culpable a un inocente, a Jesús, y liberar a un culpable, Barabás. Lavó sus manos en público, pero no pudo limpiar su alma del crimen.
Cuando tengas que decidir entre lo correcto o tus intereses, elige por convicción y no por miedo. Tres veces Pilato confesó que Jesús no era culpable (Juan 18:38; 19:4, 6). Al declararlo inocente, pero azotarlo para apaciguar a los acusadores, demostró su debilidad y miedo. Los sacerdotes se valieron de su indecisión y presionaron más. No pudieron probar que Jesús había quebrantado la ley romana, así que lo trajeron ante Pilato acusándolo de quebrantar las leyes religiosas y de blasfemia. La blasfemia era el crimen más serio de la ley judía, y era castigado con muerte por apedreamiento. Acusar a Jesús de traición lo hacía culpable frente a la ley romana, y el castigo era la crucifixión. No les importaba cuál de las acusaciones creyera Pilato, solo que aprobara la muerte de Jesús.
Si Pilato hubiese actuado correctamente, de todos modos habrían dado muerte a Jesús, pero él no habría vivido el resto de su vida con una conciencia culpable. Durante el juicio, Pilato se mostró vacilante y miedoso, y los líderes enojados y con odio, mientras que Jesús permanecía calmado. A la vista del Cielo, eran Pilato y los líderes judíos quienes estaban en juicio, no Jesús.
Cuando seas cuestionada, recuerda que mientras tú puedas estar en juicio frente a tus acusadores, ellos están en juicio frente a Dios. Pilato actuó por cobardía, por miedo a perder el poder y su seguridad personal. Por miedo, aprobó el peor de los crímenes. “¡Cuántos, para escapar a la pérdida o al sufrimiento, sacrifican igualmente los buenos principios! La conciencia y el deber señalan un camino, y el interés propio señala otro. La corriente arrastra fuertemente en la mala dirección, y el que transige con el mal es precipitado a las densas tinieblas de la culpabilidad” (DTG, p. 687).
Decide por convicción, no por miedo.
Hermoso, Dios les bendiga