Quien la hace, la paga
“Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia. Anda según los caminos de tu corazón y la vista de tus ojos, pero recuerda que sobre todas estas cosas te juzgará Dios” (Ecl. 11:9, RVR 95).
Seguramente has escuchado el refrán “quien la hace, la paga”. Quiere decir que, quien hace mal, por eso de la ley de causa y efecto, acabará pagando las consecuencias de sus malas decisiones. Sin embargo, esta vez te invito a mirar la otra cara de este dicho popular; es decir, quien hace el bien acabará, también, recibiendo las bendiciones de haberlo hecho.
Hoy quiero compartir esta reflexión especialmente con las jovencitas. Ustedes deben saber que las decisiones que tomen hoy determinarán las recompensas que recibirán en el futuro, y me refiero especialmente a ustedes por estar en una de las etapas de la vida donde se deciden asuntos cruciales, que determinan en gran medida cómo vivirán las etapas subsiguientes.
Buenas decisiones hoy, buenas recompensas en el futuro. Así de simple, así de sencillo. En la Biblia leemos: “Si el árbol cae hacia el sur, o hacia el norte, en el lugar donde el árbol caiga, allí quedará” (Ecl. 11:3, RVR 95). Esta declaración divina es demasiado clara para ser ignorada. El Señor desea verte crecer como un árbol frondoso, con una cosecha abundante de buenos frutos. No quiere verte derribada en tierra por los vientos que traen ideas, filosofías y modas ajenas contrarias a los planes que Dios tiene para ti.
Te puedo asegurar, por la autoridad que me dan los años vividos, que si decides hoy a favor de Dios y de su Palabra, tendrás una vida plena, quizá con fracasos, pero nunca con derrotas. No desestimes sus consejos, especialmente, cuando alguien te susurre al oído que lo que Dios dice está caducado en una sociedad que se considera “iluminada” y sin necesidad de él. Dios dice:
“Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas” (Col. 2:8, RVR 95). Pues eso: que nadie te engañe.
Para la toma de decisiones correctas, Dios te otorgó tres virtudes: inteligencia, libertad y voluntad. Aprópiate de ellas y serás más que vencedora; te coronarán de gloria ante Dios y ante los hombres.
La juventud es una etapa de plenitud. Aprovecha esa fortaleza física, ese tiempo para realizar proyectos, y esa capacidad intelectual, para emprender todo aquello a lo que Dios te llama.