Un ancla para el alma
“Deja que la esperanza, y no tus heridas, dé forma a tu futuro”. Robert H. Schuller
Hebreos 6:19 dice: “Esta esperanza es un ancla firme y confiable para el alma” (NTV). Este es el único pasaje de la Biblia que utiliza la metáfora de un ancla. Como sabes, un ancla es un instrumento para sujetar una embarcación al fondo del mar, de tal modo que no se mueva y se evite así el riesgo de chocar o sufrir pérdidas. Desde el punto de vista bíblico, el ancla que provee a nuestra alma seguridad y estabilidad es la esperanza.
¿Por qué nuestra alma necesita la esperanza? Porque en la carrera cristiana, muchas veces corremos el riesgo de “chocar” y “sufrir pérdidas”. Pasamos por experiencias duras que nos descorazonan; por decepciones, incluso espirituales, que nos dan deseos de abandonar; por tentaciones que hacen tambalear nuestros principios; por emociones que nos roban la estabilidad; por traiciones que nos quitan la paz… Es en esos momentos que ponen en peligro nuestra fe, cuando más necesitamos algo “firme y confiable” que nos sujete, a modo de ancla, para no ir a la deriva. Necesitamos la esperanza en Cristo.
La esperanza, aunque mira hacia el futuro, está anclada en la historia pasada. Miramos atrás, a Jesús, de quien sabemos que nació, vivió, sufrió y murió en la cruz por nuestra salvación. Él es el cumplimiento de las promesas del Padre. Y de mirarlo a él, brota la confianza que nos permite esperar el futuro sin perder la fe, pues si el Padre cumplió sus promesas para el pasado, también cumplirá las del futuro. ¿Por qué vamos a la deriva cuando sufrimos? Porque no miramos a Jesús lo suficiente; solo vemos nuestro dolor. Sin el ancla de la esperanza en Jesús que nos estabilice, naufragaremos.
Las tormentas y los oleajes están garantizados en este mar que es la existencia humana en un mundo de pecado; pero el apóstol Pablo nos recuerda que “las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Rom. 8:18). ¡Cómo necesitamos recordarlo! Esa es nuestra esperanza de futuro que se basa en el pasado; esa es nuestra ancla, sin la cual perdemos la estabilidad.
Cuando te sientas incapaz, frustrada, superada, decepcionada o deprimida, recuerda que, en las promesas de Dios, puedes descansar. No pasa nada por sentir que tu alma está en peligro; el peligro es ver tu alma así y no hacer nada.
Miremos más allá de la tormenta presente a las cosas que no se ven, y que son eternas.
“Esta esperanza es un ancla firme y confiable para el alma” (Heb. 6:19, NTV).