Matutina para Mujeres | Jueves 21 de Diciembre de 2023 | Falsos pastores y maestros

Falsos pastores y maestros

Esto también aplica a los que siguen los deseos humanos corruptos, y que con desprecio ignoran la autoridad. Son arrogantes y orgullosos, y no temen difamar a los seres celestiales. 2 Pedro 2:10, VBL.

La primera Epístola de Pedro fue una carta de consuelo a los creyentes que sufrían la persecución por parte de enemigos externos. La segunda carta es una advertencia a los cristianos en cuanto a los ataques internos, la complacencia y la herejía. La fe no es negociable. Pedro fue severo contra los falsos pastores, al punto que lo llevaron al martirio. Conviértete en una Pedro que defienda la verdad presente.

Pedro presenta en su segunda carta las características de los falsos maestros: prevalecerán en los últimos días (2 Ped. 2:1, 2); dicen cualquier cosa por dinero (vers. 3); desprecian lo relativo a los asuntos celestiales y la divinidad (vers. 10, 11); hacen solo lo que se les antoja (vers. 12-17); son orgullosos y jactanciosos (vers. 18, 19); serán juzgados y castigados por Dios (vers. 20-22).

El éxito de muchos falsos maestros es que crean con los oyentes lazos emocionales difíciles de romper. En su mayoría tienen conductas inmorales “Es un hecho histórico en la vida de la iglesia a través de los siglos, que las doctrinas pervertidas con frecuencia han estado acompañadas de una moral pervertida. A los que se apartan de la norma de la verdad de Dios, les es más fácil abandonar también las normas divinas de conducta personal” (7CBA, p. 626). En solo cuestión de tiempo, la gran mayoría de los divisionistas de la iglesia terminan enredados en asuntos indecorosos.

La última prueba para desenmascarar a los falsos maestros es observar cómo se refieren a Dios: son irrespetuosos con la divinidad y no temen blasfemar lo que Dios ha constituido santo. A estos les espera un juicio severo: “Los pastores infieles habían profetizado cosas lisonjeras; habían inducido a sus oyentes a invalidar la ley de Dios y a perseguir a quienes querían santificarla. Ahora, en su desesperación, estos maestros confiesan ante el mundo su obra de engaño. Las multitudes se llenan de furia […] y se vuelven contra los falsos pastores. Precisamente aquellos que más los admiraban en otros tiempos pronunciarán contra ellos las más terribles maldiciones. Las manos mismas que los coronaron con laureles se levantarán para aniquilarlos. Las espadas que debían servir para destruir al pueblo de Dios se emplean ahora para matar a sus enemigos” (CS, pp. 713, 714).

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