No tendrás miedo del sufrimiento
El SEÑOR te ha perdonado; ha alejado a tus enemigos. El Rey de Israel, el SEÑOR, está dentro de ti. Así que no tendrás miedo del sufrimiento. Sofonías 3:15, PDT.
He experimentado el dolor muchas veces y de muchas maneras. Perder a mi único hijo varón, a mi padre, a mi madre y a mis hermanos, fueron dolores indescriptibles. Enfrentar un divorcio brusco y doloroso me agarró emocionalmente desprevenida. Recibir la noticia de que mi hija mayor tenía un tumor maligno en una pierna y que consideraban la posibilidad de amputación fue devastador. Creo profundamente en el poder de la oración, así que visité cada iglesia alrededor de donde residía para pedir oración. Una de esas iglesias tenía nombre: “Pare de sufrir”. Oraron fervorosamente por mi pedido. Nunca conocí su doctrina, pero agradecí que oraran por una desconocida. Muchas iglesias oraron, el tumor resultó benigno, la operación fue pagada por el presidente del país, ¡y su pierna fue salvada! Dios es bueno. “Si contemplamos las promesas de Dios con calma y con confianza, y con la fe sencilla de un niño las reclamamos como nuestras, las tinieblas que nos rodean desaparecerán” (RH, 26 de marzo de 1889).
Recientemente, mi esposo estuvo a punto de morirse de un infarto cardíaco. Angustiada grité: “¡Señor, ayúdame!”, a la vez que presioné su pecho con mis puños. Un ángel debió aplicar los primeros auxilios, porque no lo hice conscientemente. Mi esposo reaccionó, y finalmente llegó la ambulancia. Los médicos corroboraron que por la edad de mi esposo, la magnitud del infarto y su historia de un infarto previo, solo por un milagro había sobrevivido. Dios es fiel. Yo estaba en plena recuperación de un cáncer y mi cuerpo no resistió más. Cuatro días después, yo también tuve un infarto, sin otra explicación que el estrés de lo vivido. Dios, quien vive en mí, es más grande y poderoso que cada prueba y dolor frente a mí.
Cuando entiendes quién es Dios y reconoces la acción del enemigo, tendrá sentido el porqué del sufrimiento. Espera con paciencia el día cuando todas tus pruebas pasen y Dios complete su obra divina en ti. “Dios ofrece a diario un intercambio divino: nuestros pecados por su perdón, nuestras heridas por su bálsamo de sanidad, nuestras tristezas por su gozo.
Entreguémosle la culpa que sentimos, el dolor del alma que nos agobia. A pesar de que el dolor es parte del diario vivir, si nos enfocamos en Jesús, él puede reparar nuestros corazones rotos y usarnos para secar las lágrimas de otros”.10
10 Barbara Johnson, Boomerang Joy (Zondervan, 1998).