Esto es el amor: vivir en armonía
“Vivan en armonía unos con otros. No sean orgullosos, sino pónganse al nivel de los humildes. No presuman de sabios” (Rom. 12:16).
Lograr la unidad en la diversidad es lo más complicado en términos de las relaciones interpersonales, pues la diversidad en maneras de ser y de pensar es tan amplia como seres humanos hay sobre la tierra. La oración de Jesús por sus discípulos muestra la profunda preocupación que tenía acerca de este asunto: “Padre santo, cuídalos con el poder de tu nombre, el nombre que me has dado, para que estén completamente unidos, como tú y yo” (Juan 17:11).
El versículo central de la reflexión de hoy nos sugiere algunas de las condiciones necesarias para crear unidad o armonía: es necesario 1) deponer el orgullo; 2) colocarnos al nivel de los humildes; y 3) dejar de lado la suficiencia propia o el concepto de que sabemos más que los demás. Lograr esto solo es posible cuando nos sentimos amparadas, aceptadas y justificadas en los brazos del Eterno. Es ahí cuando experimentamos una unidad con Dios que nos lleva a replicarla en todas nuestras relaciones.
Tener unidad no significa abandonar nuestra individualidad para asumir comportamientos uniformes, pues la diversidad enriquece las relaciones humanas. Tener unidad es ser sensibles a las diferencias del otro, aceptar su visión de la vida; solo así se produce cordialidad y armonía. Nadie está completo sin el otro; y es precisamente mi característica de estar incompleto el medio perfecto para entrar en contacto con el otro, que me complementa.
Mujer, si tienes hijos pequeños o nietos, disfruta, aprende y acompaña. Abreva de cada uno de ellos lo mejor de su esencia; todos están por alguna razón en tu presente. Si necesitas sentirte comprendida, amada y apreciada, vive en correspondencia con ellos. La sabiduría emanada de un consenso es mejor que la necia postura que a veces nos lleva a pensar que siempre tenemos la razón.
Expresa el amor, uniéndote a los tuyos en armonía, como lo hacen las flores de un jardín. Todas son diferentes, pero en conjunto muestran toda la belleza sublime que Dios desea que el mundo vea.