¿Quiere Dios que tengas éxito?
“El éxito verdadero es el servicio máximo a Dios”. Tommy Newberry
En su libro El éxito no es casualidad,99 el autor cristiano Tommy Newberry plantea algo muy interesante: ¿Quiere Dios que yo tenga éxito? Como sabes, muchos cristianos se preguntan si está bien ir en pos de ciertos tipos de logros, o incluso si es correcto el concepto mismo de querer tener éxito en la vida.
Para responder esta pregunta, él se hace otra: ¿Quiero yo que mis hijos sean mediocres? ¡Por supuesto que no! De hecho, lo que uno quiere como padre creyente es que sus hijos tengan una relación personal con Jesús, que se casen con una persona de fe y que luchen por sus propósitos en la vida (o lo que es lo mismo, por vivir una vida con propósito). En suma, una madre cristiana desea para sus hijos que lleguen a ser todo aquello para lo que fueron creados, y eso es exactamente lo que quiere Dios (tu Padre) para ti, que eres su hija.
Dios no desea la mediocridad para sus hijos, ¿por qué habríamos de conformarnos nosotros con ella? Él nos ha creado con talentos maravillosos para que los desarrollemos; abre ante nosotros posibilidades enormes para que intentemos alcanzarlas; pone en nuestro corazón deseos y sueños que es bueno intentar lograr, siempre y cuando tengamos claro que es él quien los ha puesto ahí (es decir, que no se trate de ambiciones de grandeza personal y terrenal, sino que estén en sintonía con los principios del evangelio). Si, como mujeres cristianas, tenemos problemas con el concepto de éxito, tal vez sea porque pensamos que solo existe una manera secular de definir el éxito.
¿Qué significa para ti ser exitosa? La definición que da Tommy Newberry me parece la conclusión perfecta para esta reflexión de hoy: “La gente exitosa es aquella que ha aprendido a aplicar consistentemente las leyes de Dios en su vida; que atribuye sus logros al enfoque cristiano, el trabajo duro, las buenas relaciones personales, la perseverancia y la bendición de Dios. En contraste, quienes fracasan o son mediocres son los que no tienen una dirección. Van con la corriente; sus vidas están dominadas por las circunstancias y les sobran las excusas”.
Una vida de máximos: máximo servicio a Dios, máxima ayuda a los demás, máximo deseo de no conformarte con la mediocridad, máximo avance hacia elevadas metas cristianas; he ahí el éxito verdadero. Máxima fe y máxima dependencia de Dios.
“Siempre se cosecha lo que se siembra” (Gál. 6:7, NTV).
99 Tommy Newberry, El éxito no es casualidad, (Illinois: Tyndale, 2008), cap. 1.