No conozco el temor
“A nada en la vida se le debe temer. Solo se lo debe comprender”. Marie Curie
Sucedió en el Hotel Carlton de Ginebra, en Suiza, en el año 1933. Joseph Goebbels, el que pocos años después sería Ministro de Propaganda de Hitler, asistía a una reunión de la Liga de Naciones. Durante un receso, posó con su mejor sonrisa para el fotógrafo de la revista Life. Si pudieras ver la foto, te sorprendería la imagen de hombre encantador que proyectó para la ocasión uno de los malos más malos de la historia. Instantes después, sin embargo, alguien le pasó una nota que decía: “Ese fotógrafo es judío”. La siguiente mirada de Goebbels fue de odio, rechazo y discriminación; también quedó retratada para la historia. Un hombre; un instante; dos imágenes completamente opuestas.
—¿No temiste a lo que pudiera pasarte? —le preguntó alguien posteriormente al fotógrafo, Alfred Eisenstaedt.
—Me miró con ojos de odio, esperando que yo retrocediera —le explicó Eisenstaedt—, pero yo no retrocedí. Cuando tengo una cámara en las manos, no conozco el temor.26
“No conozco el temor” es una frase que todas quisiéramos pronunciar. Sin ir más lejos, a mí me da temor el racismo, la violencia, perder a mis seres queridos… La lista es larga. Y tú tendrás tus propios temores. Por eso bien merece la pena hablar hoy de este tema. Y la Biblia tiene mucho que decir al respecto.
Según las Escrituras, existen dos tipos de temor. Por decirlo así, uno es el temor bueno: “El principio de la sabiduría es el temor del Señor” (Sal. 111:10); el otro es el temor malo, y somos llamadas a conquistarlo con la ayuda de Dios. Porque “Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino un espíritu de poder, de amor y de buen juicio” (2 Tim. 1:7). Para vencer este tipo de temor, que no viene de Dios ni conduce a nada bueno, hemos de amar al Señor y confiar en él plenamente, sea lo que sea que esté sucediendo en nuestra vida. Lo sé, es más fácil decirlo que hacerlo.
Vivimos en un mundo en conflicto, y esto es algo que debemos comprender. Nos ayudará a vencer el miedo, junto con la promesa del Señor: “No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios” (Isa. 41:10). Un Dios que es amor, y el amor echa fuera el temor (1 Juan 4:18).
“Puedo cruzar lugares peligrosos y no tener miedo de nada, porque tú eres mi pastor y siempre estás a mi lado; me guías por el buen camino y me llenas de confianza” (Sal. 23:4, TLA).
26 Juan Eslava Galán, La Segunda Guerra Mundial contada para escépticos (Barcelona: Planeta, 2015), “Introducción”.