La verdadera prosperidad
“El hombre es generalmente más cuidadoso con su dinero que con sus principios”. Ralph Waldo Emerson
Hoy te propongo hacer algo antes de comenzar a leer esta reflexión. Ve a internet y entra en línea en tu cuenta bancaria. Ahora echa un vistazo a todos los movimientos de gastos que has hecho en el último mes. ¿Qué muestran respecto a tus prioridades? ¿Están en sintonía con una vida convertida, de alguien que anhela saciar la sed del alma y ser virtuosa en todos los sentidos de la palabra? ¿O es demasiado elevado el porcentaje de gastos que refleja el materialismo de la cultura que nos rodea?
Por ejemplo, analiza el rastro que deja tu movimiento bancario respecto a tu amor por tus hijos y tu deseo de que lleguen a ser personas de bien. ¿Qué les compras más, puramente para satisfacer las necesidades físicas o para lo emocional, intelectual y espiritual también? ¿Se puede ver el rastro de tu relación con tu marido en tu historial de gastos? ¿Qué inviertes en él y hacia dónde apuntan esos costos? ¿Y tu concepto de la iglesia, deja huella en tu movimiento bancario? ¿Qué muestra tu cuenta corriente sobre el impacto que quieres dejar en el mundo?
¿Cuánto de tus gastos en el último mes fue destinado a dar amor a otros fuera de tu entorno? ¿Cuánto de lo que no gastaste sigue ahí simplemente por la satisfacción de ver un número elevado? ¿Cuánto destinaste a comida sana y no a comer por comer? ¿Cuánto gastaste en ropa que te vista dignamente y no en ropa cuyos precios ponen de manifiesto la intención de ocultar vacíos existenciales con una imagen impecable? ¿Cuánto invertiste en libros que educan la mente y el corazón? ¿Los compraste para ti o para regalar? Hoy solo tengo preguntas para ti; preguntas, por supuesto, que me hago a mí misma también. Preguntas que se reducen a una cuestión de fondo: ¿Qué precio estás dispuesta a pagar por vivir una vida plena que mira hacia adentro, hacia los adornos del alma?
“Si usamos el dinero para que fluya como una corriente de nuestro amor, nos sentiremos vivos”, dice Lynne Twist. Y que tengamos vida en abundancia es precisamente el deseo de Dios para nosotras; solo que hay que tener claro de qué tipo de abundancia estamos hablando. La verdadera prosperidad tiene que ver con destinar parte de nuestros recursos, sean estos pocos o muchos, a actividades del alma.
¿Qué privilegios materiales te ha dado Dios? ¿Qué harás con ellos? ¿Mostrarán esas decisiones que eres cuidadosa con cómo vives tus principios? Difícilmente un rico entrará en el reino de los cielos si no sabe qué hacer con la riqueza.
“Haceos así un capital que no se deteriora, riquezas inagotables en los cielos” (Luc. 12:33, BLP).
Me encanta esta matutina, cada día aprendo algo nuevo, gracias por hacer este compendio tan hermoso.