Matutina para Mujeres, Lunes 12 de Julio de 2021

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¿A dónde se van las estrellas en el día?

“Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas, a perpetua eternidad” (Dan. 12:3, RVR 95).

En mi clase con preescolares, el tema del día eran los astros. Apasio­nadamente algunos narraban sus experiencias. En medio de tan amena charla, uno de los pequeños, de apenas tres años de edad, con rostro serio y adusto, me preguntó: 

–¿A dónde se van las estrellas durante el día? 

Él se quedó en silencio, mientras con una mirada inquisidora y ansiosa me indicaba que estaba esperando mi respuesta. Confiaba, con la maravillo­sa confianza infantil, en que yo sabría resolverle su duda.

Confieso que, aunque la respuesta era sencilla, vacilé antes de contestarle. Le dije, con una risa nerviosa: 

–Durante el día, las estrellas siguen en el cielo.

Entonces, él respondió con otra pregunta más: 

–¿En el día duermen y apagan su luz?

–No apagan su luz nunca –le expliqué yo de nuevo–, sino que, en la oscuridad de la noche, es cuando su luz se ve.

Si he de serte sincera, el tema se me complicaba un poco, no por no cono­cer la respuesta; más bien, la pregunta se transformó en algo más profundo y significativo para mi vida. Me hizo pensar que los hijos de Dios somos preci­samente como las estrellas. Es decir, somos reflectores de la luz de Dios, que se deja ver más intensamente en medio de las tinieblas y la oscuridad que traen los conflictos, las pruebas, las dificultades y las vicisitudes de la vida. 

Cuando tu presente se vea ensombrecido por las dificultades y el futuro te parezca incierto, asida de la mano de Dios puedes exclamar como Job: “Pero yo sé que mi Redentor vive, y que al fin se levantará sobre el polvo, y que después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios” (Job 19:25-27, RVR 95). Eso es brillar como una estrella.

En medio de la oscuridad espiritual y emocional, haz lo siguiente: 

  • Mantente asida de la mano de Dios. 
  • Confía en él, pues él conoce el camino.
  • Abre los ojos de la fe y camina como viendo lo que no se ve.
  • Brilla, brilla y brilla; así encontrarás el camino a la salvación y condu­cirás a otros por él.

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