
Educar herederos de la corona, segunda parte
“Dichos del rey Lemuel de Masá, con los cuales su madre le dio instrucción: […] ‘Y no está bien, Lemuel, que reyes y gobernantes beban vino y bebidas fuertes, pues podrían olvidarse de la ley y violar los derechos de los más humildes’ ” (Proverbios 31:1, 4-5).
Una de las mujeres más sobresalientes de la historia fue Isabel I, reina de Castilla, de quien los grandes historiadores hacen una mención especial con respecto a la educación que dio a sus hijos. Ella misma se encargó de educarlos según los más altos estándares protocolares de la realeza. Los cuatro hijos de la reina fueron instruidos en cultura, música, deportes y todo aquello que contribuyera a su intelecto. Ella tenía bien claro que sus hijos eran los herederos de la corona y, por lo tanto, desempeñó de manera extraordinaria su papel de instructora.
La biblioteca de los reyes de Castilla estaba repleta de obras literarias de grandes escritores de la época. A los niños se les leyó una obra de Santo Tomás de Aquino basado en las Sagradas Escrituras, así como obras de Aristóteles y los proverbios del mismo Rey Salomón. La reina Isabel conocía muy bien lo que la madre del rey Lemuel dijo en nuestro texto de hoy. La lectura fue una base potencial de la educación de los herederos de la corona.
Existe una amplia literatura que debe ser enseñada a los niños. Las joyas preciosas que nuestras casas editoras imprimen no deben permanecer guardadas ni empolvadas en los estantes de nuestras casas. Debemos hacer que la imaginación y el intelecto se desarrollen gracias a libros de cultura, historia y, sobre todo, con las Sagradas Escrituras.
Sobre el acto de leer, Gómez Manrique escribió al rey Fernando, esposo de la reina Isabel: “Mi consejo principal es, gran señor, que leáis, porque sabiendo sepáis discernir el bien del mal. Que si la sabiduría es a todos conveniente, más a la gran señoría de los que han de ser guía y gobernalle de gente”.
Educar hijos para el reino de los cielos es el más alto honor que los humanos tienen. Más que cualquier puesto o profesión, conducir a los niños mediante una educación de reyes es la responsabilidad que Dios nos ha conferido. Tú puedes conducir a un niño al reino de los cielos, sea tu hijo, tu alumno, tu vecino o incluso un desconocido.