Un llamado a la santidad
Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación. 1 Pedro 1:17.
La porción de primera de Pedro 1:13 al 17 nos hace un llamado a practicar un cristianismo viviente en cinco pasos: (1) Preparar nuestra mente para la acción y excluir todo lo que es impuro. (2) Tener dominio propio. (3) Mantener viva la esperanza en la redención final en la segunda venida de Jesús. (4) Ser obedientes, rechazando todo lo contrario a la voluntad de Dios. (5) Ser santos bajo cualquier circunstancia.
Pedro describe una relación de Padre–hijo en los versículos 13 al 16, pero introduce la idea de un Padre-Juez en el versículo 17. No hay razón para tener miedo al Juez y su juicio, porque el Juez es tu Padre. Vive la vida en santa reverencia, no por miedo al Juez, sino por respeto y honor al Padre-Juez. Tu conducta diaria refleja tu actitud hacia Dios. Eres peregrina, residiendo en tierra extraña; tu proceder, bajo cualquier circunstancia, presión o amenaza, debe honrar a quien representas: a tu Padre-Juez. Esta es la razón para vivir una vida ejemplar: “Sed santos, porque yo soy santo” (vers. 16).
Tu estatus de hija de Dios no te da la libertad de hacer cualquier cosa que se te ocurre. Compórtate no solo como una hija consentida sino como una hija agradecida y privilegiada. Muéstrale tu amor con gozo, a través del respeto, deseando imitar a tu Padre-Juez en santidad. Vive consciente de su perpetua presencia y su temible majestad, pues esto te ayudará a notar tus pecados claramente, y con humildad y arrepentimiento adorarlo como a él le agrada. Verás la abismal e indescriptible diferencia entre tú y Dios. Notarás que la más perfecta de tus actitudes, la más inspiradora y profunda de tus alabanzas, la más reverente y sabia de tus palabras, apenas puede rasguñar la superficie de su esplendor.
Comprender esto amplía dramáticamente la magnitud de su amor, su misericordia y su infinita gracia. Cualquier santidad que pretendas poseer, si no haces la genuina confesión de Pedro: “Apártate de mí, porque soy pecador” (Luc. 5:8), es una santidad que solo existe en tu imaginación. “Santidad a Jehová, fue la gran característica de la vida que el Redentor vivió en la tierra, y es su voluntad que esto mismo caracterice la vida de sus seguidores” (CMC, p. 144).
Experimenta hoy la santidad.