¡Asómbrate! Eres hechura de Dios
“Fíjense cómo crecen los lirios del campo: no trabajan ni hilan. Sin embargo, les digo que ni siquiera el rey Salomón, con todo su lujo, se vestía como uno de ellos” (Mat. 6:28, 29).
La misma mente y el mismo corazón que pusieron el agua en los ríos y el mar, que dieron majestuosidad a las montañas y a las llanuras, y que vistieron a las flores del campo de mil hermosos colores, son los que nos trajeron a la vida a ti y a mí; son los que pusieron en cada rasgo de nuestra naturaleza destellos de la naturaleza de Dios. ¿Podría haber mayor privilegio que este de ser “hechura suya” (ver Efe. 2:10)?
¿Eres consciente de que puedes crecer y desarrollarte bajo tus propios parámetros, sin competir con nadie, sino sencillamente intentando ser la mejor versión de ti misma? Nadie podría ser mejor tú que tú, ¿no te parece? Entonces, ¿por qué intentar ser quien no eres? La Biblia te conduce a apreciar lo que eres, así como lo que no eres; lo que tienes, así como lo que no tienes; de tal forma que vivas con humildad, sintiendo que necesitas de otros a la vez que otros te necesitan a ti.
Cada detalle de nuestra naturaleza está revestido de dignidad, lo que nos permite levantar la cabeza y no dejar que nadie nos degrade al punto de perder de vista que somos hijas de Dios. El Señor tiene vestiduras nuevas para nuestra desnudez física, emocional y espiritual. Su cuidado será efectivo cuando lo aceptemos, lo creamos, lo dejemos actuar y lo experimentemos en todos los aspectos de nuestra vida; él hará perfecto lo imperfecto, sanará lo que está enfermo, lo imposible será posible, y la oscuridad desaparecerá en su luz.
Hoy es un día para florecer. Recibe los rayos del sol de justicia, déjate empapar por el Espíritu Santo, ora, confía, espera y recibe. No dejes de asombrarte de un hecho muy particular: eres hechura suya.