Vinculación: una necesidad humana
“Te pido que todos ellos estén unidos; que como tú, Padre, estás en mí y yo en ti” (Juan 17:21).
La vinculación es una necesidad humana insatisfecha a partir del momento en que el ser humano decidió apartarse de Dios. La palabra “vinculación” procede del latín vinculatio, que significa “atar”, “unir” o “juntar”. Entre las personas, la vinculación se entiende como la unión afectiva de dos o más individuos por amor y en amor. Así vivían Adán y Eva con Dios antes de la entrada del pecado. Un estudioso de la Biblia señaló al respecto:
“Uno de los efectos inmediatos de la caída fue que la humanidad se separó de Dios. En el jardín del Edén, Adán y Eva tenían comunión perfecta y compañerismo con Dios. Cuando se rebelaron contra él, esta comunión se rompió”.
Hay algunos estudios científicamente sustentados que muestran que la falta de vinculación, sobre todo en los primeros meses y años de vida, deja secuelas que marcarán, en cierto sentido, la existencia de quien la ha experimentado. He ahí claramente expresada la necesidad que todos tenemos de sentirnos vinculados a alguien. Pero esta vinculación no se debe buscar a cualquier costo.
Hoy por hoy, el hambre de vinculación emocional lleva a muchos a buscar en las redes sociales el medio para satisfacer esa necesidad, sobre todo cuando no se consigue de las personas significativas reales de nuestro entorno. Tanto es así, que se ha generado una adicción a las redes sociales, que se ha convertido en una preocupación real de expertos en salud mental.
El amor es el vínculo perfecto y es el remedio para la soledad humana. Pero el amor bien entendido. El amor de Dios dado a los hombres está al alcance de toda criatura; cuando lo recibimos, nos ponemos en armonía con el prójimo y con toda la creación. La necesidad de vinculación quedará plenamente satisfecha cuando volvamos a nuestro estado original de santidad con Dios en el reino de los cielos. Este sueño será realidad pronto, pero la tarea debe comenzar hoy mismo, en tu hogar, con tus hijos, con tu esposo, con tus padres, con tus hermanos. Para lograrlo, vincúlate con Dios cada mañana, cada tarde, cada día, hasta la venida del Señor. Con esa vinculación lograda, tu vínculo con los tuyos tendrá un significado y una dimensión mucho más profundos.
Busquemos vínculos humanos solo después de habernos vinculado primero con el ser divino; gran paz y plenitud derivarán de ese hábito. Comencemos hoy.