Promesas a una viuda estéril y abandonada
“La justicia te hará fuerte, y no volverás a sentir miedo”. Isaías 54:14, TLA.
La metáfora de la mujer continúa. Judá es representado con diversas experiencias femeninas. Dios se describe como el esposo que abandona a la esposa por razones justificadas, pero que la restaura a su condición original porque su ira es momentánea pero su bondad es eterna. La abandonada por su infidelidad es perdonada y traída de vuelta al hogar; esto representa la infidelidad de Judá y la promesa divina de restaurarla de su destierro si se volvía a Dios. La estéril que se llenaría de hijos representa el regreso de los hijos del exilio babilónico. La viuda, la estéril, la soltera y la abandonada reciben la misma promesa: Dios sería su Esposo y Redentor. Con todas ellas Dios quiere hacer un pacto de paz y prosperidad.
La mujer estéril llevaba una enorme carga de vergüenza. Así que el Señor compara al Israel cautivo con una mujer estéril, que puede cantar: “Más son los hijos de la desolada que los de la mujer casada” (ver Isaías 54:1). El exilio babilónico y el cautiverio significaban más que opresión; representaban vergüenza, deshonra y humillación. Dios promete una gloriosa liberación. La maldición de la esterilidad y la vergüenza sería quebrantada, e Israel sería tan fructífero que tendría que ampliar su territorio. La desgracia de Israel es comparada a la vergüenza de la mujer estéril, y su humillación al reproche de la viuda a quien el Señor promete ser su marido. Dios provee y satisface nuestras necesidades emocionales, y nos rescata de toda vergüenza.
Los versículos 11 a 17 de Isaías 54 son promesas de prosperidad, paz y protección. Dios ofrece consuelo y abundancia espiritual a los afligidos. Ofrece tranquilidad y seguridad a las madres fatigadas o desconsoladas por el fracaso de sus hijos. El soberano Dios tiene poder para destruir, proteger, alejar a los opresores e incluso infundir miedo en quienes nos desean el mal. Dios protege a su pueblo de la crítica. Dios sabe que es más fácil tolerar un golpe que un insulto, y recuperarnos más pronto de una herida física que de una calumnia. La promesa termina con las palabras: “Estos beneficios los disfrutan los siervos del Señor; yo seré quien los reivindique. ¡Yo, el Señor, he hablado!” (Isa. 54:17, NTV).
“El ideal de Dios para sus hijos es más elevado que cuanto pueda alcanzar el pensamiento humano más sublime” (CM, p. 334).