
«De allí partimos en dirección al desierto, por el camino del Mar Rojo, tal y como el Señor me lo había dicho, y durante mucho tiempo rodeamos el monte de Seir» (Deuteronomio 2:1, RVC).
Se dice que la distancia aproximada entre Egipto y Canaán es de 400 kilómetros en línea recta. Lo que pudo haber significado una caminata de un mes para llegar al destino. No obstante, el comportamiento reincidente al pecado del pueblo de Israel, hizo que la entrada a la tierra prometida se convirtiera en 40 años dando vueltas en el desierto. Lo peor es que ni siquiera pudo ser una realidad, pues murieron en el camino; solo unos pocos de ellos entraron.
Dar vueltas significa querer hacer las cosas a nuestra manera y esperar un resultado favorable. Dar vueltas es posponer nuestra llegada a las bendiciones que Dios tiene preparadas para nosotros. Muchos dan vueltas alrededor de las deudas y son infieles en la parte que a Dios corresponde. Alegan que su economía es tan miserable que no alcanza para lo esencial. Si dejaran de dar vueltas en sus propios caminos y dieran a Dios el primer lugar y la parte que le corresponde, verían como las ventanas de los cielos se abren en bendiciones (Malaquías 3:10).
Muchos padres dan vueltas en torno al mal comportamiento de sus hijos. Pagan escuelas que les parecen las mejores en nivel educativo, les proveen de lo que «necesitan», y con todo tienen hijos rebeldes y malagradecidos. Si pusieran a Dios en primer lugar e hicieran su sacrificio matutino y vespertino del culto familiar, si se dieran ellos mismos en tiempo, amor y comprensión en lugar de asuntos materiales, con la
ayuda de Dios ablandarían el carácter de sus hijos.
El Señor está dispuesto a darnos la tierra prometida en cuanto hayamos aprendido la lección de no hacer las cosas a nuestra manera. Tenemos que aprender a no cometer los mismos errores del pasado y dejar que el Señor nos guíe. Sus indicaciones son claras y precisas. Si ya intentaste cruzar tu desierto a tu manera y estás a punto de renunciar, la buena noticia es que, cualquiera que sea el problema, tú puedes dejar hoy mismo de dar vueltas en tu desierto. Detente y pide la dirección del Señor. El te indicará el camino más corto hacia la felicidad, hacia la bendición, hacia tu tierra prometida.

