Diez promesas
Y así como ustedes, los de Judá y los de Israel, fueron maldición entre las demás naciones, así yo ahora los salvaré y haré que sean bendición. ¡No tengan miedo! ¡Esfuércense! Zacarías 8:13, DHH.
Zacarías fue un sacerdote y profeta nacido en el exilio que se enfocó en la reconstrucción del templo. Centró su mensaje en la transformación espiritual del pueblo. Usó un lenguaje difícil y visiones inusuales, pero el tema central es que Dios tiene un futuro mejor para sus hijos fieles. Reprendió al pueblo por su pecado y describió la restauración como resultado de la obediencia. Aseguró que nada que hagamos para Dios pasa desapercibido.
Dios está al control de todo, no hay nada que temer si permanecemos obedientes. Haciendo honor a su nombre, que significa “Dios recuerda”, Zacarías nos asegura que Dios no nos ha olvidado, que guarda su promesa, permite la tribulación, nos invita al diálogo, y nos da una visión de su venida. El capítulo 8 contiene diez promesas precedidas por la frase, “Así dice Jehová de los ejércitos” para certificar que eran confiables: Dios nos cela (vers. 2); vivirá entre nosotros (vers. 3); viviremos hasta la ancianidad y habrá paz y alegría (vers. 4, 5); nada es imposible para él (vers. 6); salvará y reunirá a su pueblo (vers. 7, 8); fortalecerá tus manos, serás bendición (vers. 9-13); llama a la justicia social (vers. 14-17); tus ayunos lúgubres se volverán alegres (vers. 18, 19); tu fe se hará atractiva a otros (vers. 20-22); estará siempre contigo (vers. 23).
El propósito divino era que el Israel restaurado aceptara el glorioso destino preparado. Podrían haber disfrutado de prosperidad temporal y poder espiritual si hubiesen obrado en armonía con los propósitos del Cielo, pero no obedecieron las condiciones para recibir la promesa. Dios te eligió como el Israel espiritual, estás a tiempo de escuchar su voz y enmendar tu camino antes de que se termine el tiempo de gracia: “En toda época se otorgó a los hombres su día de luz y privilegios, un tiempo de gracia en el que pueden reconciliarse con Dios. Pero esa gracia tiene un límite. La misericordia puede interceder durante años, y ser despreciada y rechazada. Pero al fin llega un tiempo cuando ella hace su última súplica. El corazón se endurece de tal manera que cesa de responder al Espíritu de Dios. Entonces la voz dulce y cautivadora ya no suplica más al pecador, y cesan las reprensiones y advertencias” (DTG, p. 538).
Ora para que se cumplan esas diez promesas en tu vida.