Una manera de defender tu alegría
“Quédate en tu carril. La comparación mata la alegría”. Brené Brown
Durante un tiempo, el rey Saúl sintió aprecio por un joven llamado David, un sencillo pastor que contaba con la bendición de Dios. “Tanta capacidad demostró David para cumplir con todo lo que Saúl le ordenaba hacer, que Saúl lo puso al mando de hombres de guerra” (vers. 5). Pero (aquí viene el pero), cuando las mujeres de las ciudades de Israel cantaron “mil hombres mató Saúl, y diez mil mató David. Esto le molestó mucho a Saúl, y muy enojado dijo: ‘A David le atribuyen la muerte de diez mil hombres, y a mí únicamente la de mil. ¡Ya solo falta que lo hagan rey!’ ” (vers. 7, 8). Esa comparación en labios del pueblo llevó a Saúl a compararse él mismo con David y a pensar: es más exitoso, más querido, más valorado que yo, que soy el rey. Esto impactó tan negativamente su felicidad que la envidia y los celos tomaron el control de su vida, y se volvió violento.
Compararse con otras personas siempre ha sido devastador, pero hoy lo es aún en mayor grado (particularmente entre las mujeres), puesto que mayor es nuestro nivel de exposición a cómo viven otras mujeres que son más ricas, más atractivas, más profesionales, más exitosas que nosotras. La televisión, los reality shows, las redes sociales, las revistas, internet…, ¿son las mujeres que aparecen en esas plataformas tus puntos de referencia? ¿Comparas tu vida detrás de escena con la de ellas delante de los focos? Eso solo puede traerte insatisfacción, infelicidad y pérdida de alegría. Toda esa carga emocional jugará en tu contra a la hora de tomar decisiones importantes en tu estilo de vida.
Las oportunidades de compararnos socialmente en la cultura actual son interminables, por eso hemos de tomar una decisión firme: limitar nuestra exposición a ciertos medios. Es peligroso alimentar cada día nuestra mente de imágenes que encontramos en Facebook, en series y películas, que nos llevan a sobreestimar la abundancia que parecen tener otras mujeres al compararlas con nuestra aparente carencia personal. Esa comparación es destructora de nuestra autoestima, nos hace sentir inferiores, nos aleja de las realidades de la vida generándonos expectativas imposibles de cumplir y distrayendo nuestra atención de las personas y los lugares que requieren nuestra presencia completa.
No mates tu alegría. No cometas contra ti misma la violencia de compararte con nadie. Quédate en tu carril y disfruta del paisaje. Es obra de Dios.
“Porque, ¿quién en el firmamento se puede comparar al Señor?” (Sal. 89:6, LBLA).