Matutina para Mujeres, Martes 11 de Mayo de 2021

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Sean maestras del bien

“Lo que digas debe estar siempre de acuerdo con la sana enseñanza” (Tito 2:1).

Como puedes ver por el versículo de hoy, Dios nos pide que seamos maestras de “la sana enseñanza”, y esto es algo que solo lo puede ha­cer alguien muy cualificado. “Maestra” es esa mujer que posee un profundo conocimiento de un tema o de una materia, suficiente como para transmitirlo a otras personas; “maestra” es esa mujer experta, diestra y sabia en un área de conocimiento. Hoy, Dios nos pide que seamos maestras del bien; esa es la materia que debemos conocer, dominar y enseñar. ¿Dedicas tiempo a conocer lo que es bueno, lo que Dios espera de nosotras sus hijas?

Basta dar una rápida mirada a lo que acontece en el mundo para darnos cuenta de que vivimos en medio de la maldad, por todas partes imperan la violencia, la destrucción y la muerte. Lo malo parece haberse adueñado de la mente humana. Por otro lado, el bien es despreciado y considerado carente de valor, cosa de tontos o de perdedores. Esto es porque no se conoce real­mente qué es el bien, ni el gran cambio que conocerlo y vivir de acuerdo a él puede causar en la sociedad.

Donde hay mal, hay ausencia de bien, tal como la luz y las tinieblas no pue­den convivir. El llamado a ser maestras del bien implica, en primer lugar, poner una línea demarcatoria entre lo bueno y lo malo a través de lo que pensamos, de lo que decimos y, por supuesto, de lo que hacemos. 

En la Palabra de Dios leemos que de un mismo manantial no puede bro­tar agua dulce y amarga a la vez, y que de la misma boca no pueden salir ben­diciones y maldiciones de manera simultánea (ver Sant. 3:11). Es imposible fluctuar entre dos pensamientos; o estamos de parte de Dios o estamos de parte del enemigo de Dios, que es Satanás. Esa elección primera determinará la na­turaleza de lo que enseñemos a las personas que nos rodean. ¿Quieres ense­ñar el bien? Ponte de parte del bien y con pocas palabras te bastará.

El bien absoluto sí existe: Dios es la bondad personificada. No dudes en desmarcarte de lo malo ni a la hora de ejemplificar lo bueno. Quienes siguen tus pasos, lo agradecerán. Suplica a Dios por entendimiento y sabiduría para cumplir este sagrado encargo; si no lo haces tú, nadie lo hará por ti.

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