Arrepentimiento y reavivamiento
Tierra, no tengas miedo. Alégrate y celebra, porque el SEÑOR hará grandes cosas. Joel 2:21, PDT.
Representado con una plaga de langostas, Joel hace un dramático llamado al arrepentimiento y la restauración. Insta a regresar a Dios antes de que llegue el día del juicio, al que llama “el día del Señor”. Asegura que el poder de Dios es ilimitado, su perdón está siempre disponible, y el arrepentimiento y la restauración traen gozo incomparable. El mensaje de Joel es: “Desgárrense el corazón, no los vestidos, y vuélvanse al Señor su Dios, porque él es misericordioso y clemente, lento para la ira y grande en misericordia, y le pesa castigar” (Joel 2:13, RVC). Dios espera un cambio interno, de actitud correcta que se refleje en conductas correctas. Es el corazón lo que hay que trabajar primero, no la imagen, volviéndonos al Señor nuestro Dios.
Dios nos ama tanto que hace lo que sea para captar nuestra atención, incluso enviar una plaga de langostas. O aprendemos a experimentar el verdadero temor, a reverenciar a Dios, o nos enfrentaremos al miedo de la ira divina: “Delante de él temerán los pueblos; se pondrán pálidos todos los semblantes” (vers. 6). La elección es nuestra: arrepentirnos y experimentar restauración, o ignorar el llamado y experimentar el juicio divino. Donde hay arrepentimiento hay esperanza.
Era necesario despertar a los hombres y hacerles sentir su peligro para inducirlos a que se preparasen para los solemnes acontecimientos relacionados con el fin del tiempo de gracia. El profeta de Dios declara: “Grande es el día de Jehová, y muy terrible; ¿quién podrá soportarlo?” (Joel 2:11). […] Ante la perspectiva de aquel gran día, la Palabra de Dios exhorta a su pueblo del modo más solemne y expresivo a que despierte de su letargo espiritual, y a que busque su faz con arrepentimiento y humillación. […] “¡Proclamad riguroso ayuno!, ¡convocad asamblea solemnísima! ¡Reunid al pueblo!” (Joel 2:1, 15-17, V.M.). Una gran obra de reforma debía realizarse para preparar a un pueblo que pudiese subsistir en el día de Dios. El Señor vio que muchos de los que profesaban pertenecer a su pueblo no edificaban para la eternidad, y en su misericordia iba a enviar una amonestación para despertarlos de su estupor e inducirlos a prepararse para la venida del Señor (CS, p. 355, 356).
Prepárate pare ese gran día, que sea un día de gozo y no de miedo.