Ser esposa
“Las esposas deben estar sujetas a sus esposos como al Señor” (Efe. 5:22).
En audiencias conformadas por esposos y esposas, he observado con curiosidad y asombro una sonrisa de beneplácito en los varones y un ceño un tanto adusto en las damas cuando leo literalmente lo que dice la Biblia acerca de la postura de la esposa frente al esposo:
“Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor” (Efe. 5:22, RVR 95).
Me imagino que esto es consecuencia de la comprensión equivocada que algunos tienen acerca de la sumisión de la esposa de la que Dios habla en su Palabra.
Si entendemos que la sumisión pone a la esposa en una situación de sometimiento e inferioridad, donde su voluntad está sujeta a la voluntad del esposo y no tiene libertad de decisión, es lógico pensar que las damas se sientan incómodas con tal concepto. Es en este punto donde debiéramos preguntarnos:
¿Debe la esposa cristiana estar sujeta a su marido? ¿Es un mandato que sigue vigente para las esposas de hoy? ¿Y qué significa estar sujeta a él? Recordemos que la Palabra de Dios es eterna, inamovible a pesar del tiempo.
Sujeción no es servilismo; es reconocer el rol que el esposo tiene en el hogar. Dios no es honrado cuando las esposas usurpan el liderazgo del esposo, anulando su personalidad y menospreciando lo que hace por ella y por la familia. He visto a mujeres agobiadas y cansadas, entre ellas yo misma, en el intento por tener el control total y absoluto de la familia, incluyendo al esposo. La naturaleza masculina fuerte, decidida y concreta es necesaria para disciplinar y educar a los hijos, para sostener a la familia y para proteger a la esposa.
Bajo el liderazgo de un esposo que se sujeta a Dios, las esposas están seguras y protegidas, tratadas como vaso frágil y en condición de servir a la familia con gozo y gratitud.
Quizá hoy sea un día para que mires a tu esposo con admiración por lo que hace por la familia y para que demuestres tu agradecimiento con unas cuantas palabras de aprecio y elogio.