Conciencia renovada
Temed a Jehová vuestro Dios, y él os librará de mano de todos vuestros enemigos. 2 Reyes 17:39.
Cuando llegamos a ser conscientes de quién es Dios, contemplamos su grandeza en su Palabra, y su amor en acción en nuestras vidas, nos embarga un sentido de reverencia y santo temor. Al entender quién es nuestro majestuoso Dios, lo adoraremos y temeremos. Satanás le teme a este despertar de la conciencia humana respecto a Dios.
“La verdadera reverencia hacia Dios está inspirada por un sentido de su infinita grandeza y un reconocimiento de su presencia. Este sentido del Invisible debe impresionar profundamente todo corazón. La presencia de Dios hace que tanto el lugar como la hora de la oración sean sagrados. Y al manifestar reverencia por nuestra actitud y conducta, se profundiza en nosotros el sentimiento que la inspira. El salmista declara: ‘Su nombre es santo e imponente’ (Sal. 111:9)” (PR, p. 34).
Ese fue el despertar de la conciencia que tuvo Jacob cuando exclamó: “Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía […]. No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo” (Gén. 28:16, 17). Cuando experimentas la presencia de Dios en tu vida, desaparece todo deseo de inclinarte ante alguna imagen; mientras estés saboreando el poder transformador de Dios, no querrás saborear ningún placer mundano. Un mal hábito es un ídolo. Clama a Dios por una experiencia personal con él. El ídolo se derrumbará ante la presencia majestuosa de Jehová de los ejércitos. He aquí una breve descripción:
“¡Grande es el Señor, nuestro Dios! ¡Gran Rey es él sobre todos los dioses!… ¡Vengan, y rindámosle adoración! ¡Arrodillémonos delante del Señor, nuestro Creador! […] Él nos hizo, y de él somos. Somos su pueblo. ¡Somos las ovejas de su prado! Entremos por sus puertas y por sus atrios con alabanzas y acción de gracias; ¡Alabémosle, bendigamos su nombre!” (Sal. 95:3, 6; 100:3, 4, RVC).
El sentimiento de temor a Dios nos libra de la mano del enemigo, y nos da salud física y emocional. “No seas sabio en tu propia opinión; teme a Jehová, y apártate del mal; porque será medicina a tu cuerpo, y refrigerio para tus huesos” (Prov. 3:7, 8). Mantendrás una actitud alegre y un espíritu agradecido.
Enumera las bendiciones recibidas como resultado de tu temor a Dios, y comparte esas bendiciones con las personas que te rodean que aún no han experimentado la presencia real de Dios en sus vidas.