
La cuarta tentación
“Y diciendo: ‘¡Tú ibas a derribar el templo y a reconstruirlo en tres días! ¡Si eres Hijo de Dios, sálvate a ti mismo y bájate de la cruz!’ ” (Mateo 27:40).
Durante todo su ministerio terrenal, Jesús fue asediado por el enemigo. Satanás usó a los propios líderes religiosos para intentar que fracase en su misión, pero no lo logró. Así que, como al principio de su ministerio, él mismo fue para ver si, en el estado en el que Jesús se encontraba, podría lograr sus maléficos planes. Cuando Pilato preguntó a la multitud a quién debía soltar, la turba gritó el nombre de Barrabás. Pero, ¿realmente eran hombres? En el libro El Deseado de todas las gentes, se lee: “Nuevamente la agitada turba rugió como demonios. Había verdaderos demonios en forma humana en la multitud”.25
Era la intención del enemigo lograr que Jesús hiciera un milagro para su beneficio, pues de esta manera el sacrificio quedaría manchado y ya no sería aceptado por el Padre. Pero nada le dio resultado. La resolución de Jesús de llevar a cabo el rescate de la humanidad era inquebrantable. Durante el proceso de juicio había sido lastimado severamente; sin embargo, ese dolor no fue tan grande como la angustia que sintió cuando, pendiendo de la cruz, supo que su Padre había ocultado su rostro.
Satanás aprovechó este lóbrego momento para hacer lo que he llamado “cuarta tentación”. Las palabras llevaban el mismo estilo que las tres anteriores en el desierto. No es difícil darnos cuenta que él aprovecha nuestros momentos de angustia, tristeza y debilidad para lanzar sus certeros engaños y tentaciones. Tanto en el desierto como en la cruz, Jesús estaba débil. “Si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz”. Mi mente finita me hace imaginar al Cordero sufriente repetirse: “Sí, soy el Hijo de Dios; soy el Hijo de Dios. Mi Padre me ama, soy Hijo de Dios, y no voy a bajar de esta cruz”. Y por no haber bajado de la cruz, tú y yo tenemos hoy la promesa del perdón y la vida eterna.
Es posible que en más de una ocasión en medio de las pruebas te hayas preguntado: ¿Por qué me pasa esto si soy hija de Dios? La buena noticia es que por más oscuro que se vea el camino, por dolorosa que sea la prueba, el Padre celestial no te abandona. En ese momento de angustia repite: “Soy hija de Dios y aunque no lo veo, está aquí a mi lado”.